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LOS ASTROS DEL ABISMO
Edición autorizada y te-
visada por los herederos
DELMIRA AGUSTINI
TOMO II
MAXIMINO ' iARCIA, Editor
Sarandí, 477
«Juicio
Quien quiera hallar plenamente en
una composición a Delmira Agustini,
lea su estupenda poesía, titulada “Lo
inefable”. En ella se transparenta su
inquietud dolorosa de la carne, del pen-
samiento — evoquemos la lírica de
Nietzsche — , del alma entera. Delmira
siente el furor de vivir totalmente por
los sentidos, totalmente por el pensa-
miento, totalmente por todas sus po-
tencias, de vivir totalmente.
¡Y tan enormemente doloroso debió
serle ese anhelo exacerbado — (anhelo,
digamos de paso, casi puramente aní-
mico en la bellísima obra de Rosalía
de Castro) — que su producción de
muchacha burguesa tomó espontánea-
mente forma artística, hasta llegar a
las sublimidades del sentimiento, trans-
cendentalizadas en sublimidades del
pensamiento, sobrepujando la obra de
casi todas las poetisas del mundo.
Fernando Maristanv.
Barcelona, 1922.
Bibliografía
El Libro Blanco, 1907.
Cantos de la Mañana, 1910.
Los Cálices Vacíos, 1913.
El Rosario de Eros, 1924.
Los Astros del Abismo, 1924.
En este volumen se han recogido, con el título de “La Al-
borada” ( Parte primera) los poemitas de infancia. La fa-
milia de la autora los exhuma a simple título de curiosidad,
para los que quieran saber cómo se formó la poetisa.
OELMIRAJjAGUSTINl
De lmira Agustini une la mentalidad robusta de un
varón, a la más sutil sensibilidad de mujer. Domina
el concepto abstracto, como la emoción pura; y, casi
siempre, la cerebralidad prima en ella, convirtiendo
toda sensación en idea . La fuerza ideológica de muchos
tic sus poemas, los pensamientos enérgicos y originales
(pie se hallan a cada estrofa, revelan una conciencia
másenla, para la cual, las más altas y arduas concep-
ciones filosóficas no tienen secretos.
Ideas profundísimas acerca del ser, del destino
humano, del alma, del amor y de la muerte, brotan
de su frente tempestuosa. Y esto es tanto más extra-
ordinario cuanto que no provienen del estudio de los
libros, sino sólo del poder de la intuición.
No era Delmira una estudiosa, no poseía gran cultura,
apenas conocía a los filósofos; tenía una vaga noción
de doctrinas. Es el suyo uno de los casos intuitivos
más sorprendentes que existen. Llegó a los más re-
cónditos secretos humanos, ella sola, por un camino
obscuro. . . Su conciencia, como un fluido magnético.
9
Delmira Agustín i
todo lo penetra y todo lo comprende; su pensamiento
va, como una estocada sangrienta, al fondo de las co-
sas; su visión sutil y poderosa ve, detrás del velo de
las apariencias, las causas y las raíces. Algunas imá-
genes suyas son condensaciones de ideas, pomos de
esencia mental. Parece que todo lo supiera y que no
hubiera en el ser arcanos para ella. Ha ahondado en
bí misma, tanto que “a veces, yo temblaba del horror
de mi sima”, dice. También el lector tiembla, a veces,
ante el horror de esa sima.
‘‘Pocas veces una criatura humana ha vivido en una
tensión más dolorosa hacia lo ideal. Como Teresa de
Avila, la mística apasionada, Delmira, puede decir:
“muriendo vivo”. Pero Delmira no muere, como Te-
tesa, para un cielo místico, para un dios extra terreo o.
Ella sueña una vida intensa y magnífica de la tierra,
una vida en que la llama celeste encienda en criaturas
estupendas el barro humano. Ella no sueña sólo con su
fuente, sueña también con su carne; toda entera, con
las ansias más obscuras de la vida, tiende hacia una
transfiguración gloriosa. Por momentos, la intensidad
de su anhelo hace del verso suyo el grito mismo de la
vida, lanzado desde los abismos dolorosos del ser hacia
las perfecciones dichosas que le están destinadas.
Ese anhelo de una vida extraordinaria y magnífica
— hecha de fuerza, de libertad y belleza — la arrebata
a cada instante de la realidad, opaca y espesa, al en-
sueño fulgurante y terrible.
Bajó las ansias del sueño, vemos su cuerpo sufrir y
retorcerse, como sobre un pozo. No es, ciertamente,
“el dulce beleño” lo que bebe y lo que nos ofrece: es
10
Los astro s d el abismo
ti zumo mismo de la vida, fuerte y amargo en sus heces,
<iue halla quien busca el fondo. Las imágenes y las
visiones que nos demuestra Delmira, son representa-
ciones y símbolos de una realidad más alta : esencia de
realidad apurada en la copa del sueño. (1)
Alberto Zum Felde.
(1) Párrafos entresacados de “Crítica de la Literatura
Uruguaya’’ y puestos (en esta forma ) por Fernando Maris-
tany en el prólogo de la selección “Las mejores poesías de
los mejores poetas’’ de la Editorial Cervantes (Barcelona).
11
La gran poetisa, al recoger y corregir
lo mejor de su obra para el libro que
titulara “Los cálices vacíos”, anunció
que preparaba “ Los asUos del abismo”,
volumen en el que ponía sus más gran-
des esperanzas. La muerte dejó sin
cumplir tan levantado propósito. Del-
mira Agustini sólo pudo forjar los poe-
mas que aparecen en “El Rosario de
Eros”. El editor recoge aquí un título
que la excelsa artista creó y amó, ence-
rrando tras él la más temprana produc-
ción de una ciñatura tocada con todas
las características del genio.
13
TROS “CANTOS DE LA MAÑANA”
n
La noche entró en la sala adormecida
Arrastrando el silencio a pasos lentos...
Los sueños son tan quedos que una herida
Sangrar se oiría. Rueda en los momentos
Una palabra insólita, caída
Como una hoja de Otoño. . . Pensamientos
Suaves tocan mi frente dolorida,
Tal manos frescas, ¡ah!. . ..¿por qué tormentos
Misteriosos los rostros palidecen
Dulcemente?. . . Tus ojos me parecen
Dos semillas de lnz entre la sombra,
Y hay en mi alma un gran florecimiento
Si en mí los fijas; si los bajas, siento
Como si fuera a florecer la alfombra!
2
17
La intensa realidad de un sueño lúgubre
Puso en mis manos tu cabeza muerta ;
Yo la apresaba como hambriento buitre. . .
Y con más alma que en la Vida, trémula,
Le sonreía como nadie nunca!...
¡ Era tan mía cuando estaba muerta !
Hoy la he visto en la Vida, bella, impávida
Como un triunfo estatuario, tu cabeza !
Mas frío me dió así que en el idilio
Fúnebre aquel, al estrecharla muerta...
¡ Y así la lloro hasta agotar mi vida. . .
Así tan viva cuanto me es ajena!
A UNA CRUZ
EX VOTO
Cruz que ofrendando tu infinito abrazo
Cabe la silenciosa carretera,
Pareces bendecir la tierra entera
Y atarla al cielo como un férreo lazo!. . .
Puerto de luz abierto al peregrino
A la orilla del pálido camino!...
Vibre en el Tiempo la sagrada hora
Que a tu lado viví, cuando el gran brocho
De nácar de la luna abrió una noche
Que pareció una aurora ! . . .
La luna alzaba dulce, dulcemente
El velo blanco, blanco y transparente
De prometida del Misterio; el Cielo
Estaba vivo como un alma!... el velo,
El velo blanco y temblador crecía
Como una blanca y tembladora nata. . .
lfl
D e l m i r a Agustini
Y la tierra inefable parecía
Un sueño enorme de color de plata !
Fué un abismo de luz cada segundo,
El límpido silencio se creería
La voz de Dios que se explicara al Mundo!
Como cayó en tus brazos mi alma herida
Por todo el Mal y todo el Bien : mi alma
Un fruto milagroso de la Vida
Forjado a sol y madurado en sombra,
Acogíase a ti como a una palma
De luz en el desierto de la Sombra ! . . .
Y la Armonía fiel que en mí murmura
Como una extraña arteria, rompió en canto,
Y del mármol hostil de mi escultura
Brotó un sereno manantial de llanto!...
Así lloré el dolor de las heridas
Y la embriaguez opiada de las rosas . . .
Arraigábanse en mí todas las vidas,
Reflejábanse en mí todas las cosas!. . .
Y a ese primer llanto : mi alma, una
Suprema estatua, triste sin dolor,
Se alzó en la nieve tibia de la Luna
Como una planta en su primera flor!
¿o
LO INEFABLE
Yo muero extrañamente. . . No me mata la Vida,
No me mata la Muerte, no me mata el Am or;
Muero de un pensamiento mudo como una herida...
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor
De un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida.
Devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
¿ Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
Que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?. . .
Cumbre de los Martirios L . . Llevar eternamente,
Desgarradora y árida, la trágica simiente
Clavada en las entrañas como un diente feroz!...
Pero arrancarla un día en una flor que abriera
Milagrosa, inviolable!. . . Ah, más grande no fuera
Tener entre las manos la cabeza de Dios!
21
LAS CORONAS
...¿Un ensueño entrañable?... ¿Un recuerdo profundo?...
¡ Rué un momento supremo a las puertas del Mundo !
El Destino me dijo maravillosamente:
— Tus sienes son dos vivos engastes soberanos:
elige una corona, todas van a tu frente! —
Y yo las vi brotar de las fecundas manos,
floridas y gloriosas, trágicas y brillantes I
Más fría que el marmóreo cadáver de una estatua,
miré rodar espinas, y flores, y diamantes,
como el bagaje espléndido de una Quimera fatua.
Luego fue un haz luciente de doradas estrellas ;
— Toma! — dijo — son 'besos del Milagro, entre ellas
Florecerán tus sienes como dos tierras cálidas ! . . .
... tal pupilas que mueren, se apagaron rodando . . .
Yo me interné en la Vida, dulcemente, soñando
hundir mis sienes fértiles entre tus manos pálidas ! . . .
22
¡VIDA!
A ti vengo en mis horas de sed como a una fuente
Límpida, fresca, mansa, colosal. . .
Y las punzantes sierpes de fuego mueren siempre
En la corriente blanda y poderosa.
Vengo a ti en mi cansancio, como al umbroso bosque
En cuyos terciopelos profundos la Fatiga
Se aduerme dulcemente, con música de brisas-,
De pájaros y aguas . . .
Y del umbroso bosque salgo siempre radiante
Y despierta como un amanecer.
Vengo a ti en mis heridas, como al vaso de bálsamos
En que el Dolor se embriaga hasta morir de olvido . . .
Y llevo
Selladas mis heridas como las bocas muertas,
Y por tus buenas manos vendadas de delicias.
23
D e l m ira A y u s i i n i
Cuando el frío me ciñe doloroso sudario,
Lívida vengo a ti,
Como al rincón dorado del hogar,
Como al Hogar universal del Sol ! . . .
Y vuelvo toda en rosas como una primavera,
Arropada en tu fuego.
A ti vengo en mi orgullo,
Como a la torre dúctil,
Como a la torre única
Que me izará sobre las cosas todas !
Sobre la cumbre misma,
Arriscada y creciente,
Do mi eterno Capricho !
Para mi vida hambrienta,
Eres la presa única,
Eres la presa eterna!
El olor de tu sangre,
El color de tu sangre
Flamean en los picos ávidos de mis águilas.
Vengo a ti en mi deseo,
Como en mil devorantes abismos, toda abierta
El alma incontenible . . .
Y me lo ofreces todo ! . . .
Los mares misteriosos florecidos en mundos,
Los cielos misteriosos florecidos en astros,
Los astros y los mundos !
. . . Y las constelaciones de espíritus suspensas
Entre mundos y astros . . .
24
Los astros del abismo
... Y los sueños que viven más allá de los astros,
Más acá de los mundos. . .
¿Cómo dejarte — ¡Vida! —
Cómo salir del dulce corazón
Hospitalario y pródigo,
Como una patria fértil?...
Si para mí la tierra,
Si para mí el espacio,
¡Todos! son los que abarca
El horizonte puro de tus brazos ! . . .
Si para mí tu más allá es la Muerte,
Sencillamente, prodigiosamente ! . . .
LAS ALAS
Yo tenía...
dos alas!. . .
Dos alas,
Que del Azur vivían como dos siderales
Raíces ! . . .
Dos alas,
Con todos los milagros de la vida, la Muerte
Y la ilusión. Dos alas,
Fulmíneas
Como el velamen de una estrella en fuga ;
Dos alas,
Como dos firmamentos
Con tormentas, con calmas y con astros. . .
¿Te acuerdas de la gloria de mis alas?. . .
El áureo campaneo
Del ritmo ; el inefable
Matiz atesorando
26
Los astros del abismo
El Iris todo, más un Iris nuevo
Ofuscante y divino,
Que adorarán las (plenas pupilas del Futuro
(Las pupilas maduras a toda luz!) ... el vuelo. . .
El vuelo ardiente, devorante y único,
Que largo tiempo atormentó los cielos,
Despertó soles, bólidos, tormentas,
Abrillantó los rayos y los astros;
Y la amplitud: tenían
Calor y sombra para todo el Mundo,
Y basta incubar un más allá pudieron.
Un día, raramente
Desmayada a la tierra,
Yo me adormí en las felpas profundas de este bos-
Soñé divinas cosas!. . . [que. . .
Una sonrisa' tuya me despertó, paréceme. . .
Y no siento mis alas ! . . .
Mis alas?. . .
— Yo las vi deshacerse entre mis brazos. . .
¡ Era como un deshielo! !
27
UN ALMA
Bajo los grandes cielos
Afelpados de sombras o dorados de soles,
Arropada en el manto
Pálido y torrencial de mi melancolía,
Con una astral indiferencia miro
Pasar las intemperies. . .
Ceños
De los reconcentrados horizontes;
Aletazos de fuego del relámpago ;
Deshielos de las nubes;
Fantásticos tropeles
Desmelenados de los huracanes;
Pórticos esmaltados de los iris,
Abiertos a las fúlgidas bonanzas :
Pasad!. . . Yo miro indiferente y fija,
Indiferente y fija como un astro!
28
EL NUDO
Su idilio fue una larga sonrisa a cuatro labios. . .
En el rezago cálido de rubia primavera
Amáronse talmente que entre sus dedos sabios
Palpitó la divina forma de la Quimera.
En los palacios fúlgidos de las tardes en calma
Hablábanse un lenguaje sentido como un lloro,
Y se besaban hondo hasta morderse el alma ! . . .
Las horas deshojáronse como flores de oro,
Y el Destino interpuso sus dos manos heladas . . .
¡Ah! los cuerpos cedieron, mas las almas trenzadas
Son el más intrincado nudo que nunca fué . . .
En lucha con sus locos enredos sobrehumanos
Las Furias de la vida se rompieron las manos
Y fatigó sus dedos supremos Ananké . . .
2í>
FUÉ AL PASAR
Yo creí que tus ojos anegaban el mundo. . .
Abiertos como bocas en clamor. . . Tan dolientes
Que un corazón partido en dos trozos ardientes
Parecieron . . . Fluían de tu rostro profundo
Como dos manantiales graves y venenosos . . .
Fraguas a fuego y sombra tus pupilas ! . . . tan hondas
Que no sé desde dónde me miraban, redondas
Y oscuras como mundos lontanos y medrosos.
;Ah, tus ojos tristísimos como dos galerías
Abiertas al Poniente!. . . Y las sendas sombrías
De tus ojeras donde reconocí mis rastros!. . .
Yo envolví en un gran gesto mi horror como en un
Y me alejé creyendo que cuajaba en el cielo [velo,
La medianoche húmeda de tu mirar sin astros!
20
Engastada en mis manos fulguraba
<•<>1110 extraña presea, tu cabeza;
yo la ideaba estuches, y preciaba
lux. n luz, sombra a sombra su belleza.
En tus ojosítal vez se concentraba
la vida, como un filtro de tristeza
en dos vasos profundos... Yo soñaba
<|iie era una flor del mármol tu cabeza. . .
Cuando en tu frente nacarada a luna,
como un monstruo en la paz de una laguna,
surgió un enorme ensueño taciturno. . .
¡Ah! tu cabeza me asustó... Fluía
<le ella una ignota vida. . . Parecía
no sé qué mundo anónimo y nocturno. . .
31
PRIMAVERA
¡Olí despertar glorioso de mi lira
Transfigurada, poderosa, libre,
Con los brazos abiertos tal dos alas
Fúlgidas apuntadas al futuro!
¡Oh despertar glorioso de mi lira
Como un sol nuevo sobre un nuevo mundo !
No más soñar en afelpados bosques;
No más soñar sobre acolchadas playas!...
Reconcentren sus sombras los abismos;
Empínense soberbias las montañas;
Limpien los lagos sus espejos vivos;
El mar con voz, espumas, olas nuevas
Misterie de sirenas ignoradas;
Los labios de otras flores más brillantes
Rían a otros picos y otras alas;
En los vergeles estelareá ardan
Otras maravillosas florescencias;
Oscurezca el dolor sus alas negras;
Agucen sus aceros las tormentas;
32
El rincón predilecto de Delmíra en la sala familiar.
(En un asiento, aparecen sus muflecas. )
h <> s astros del abismo
Todo el amor del Mundo reflorezca
Mu palpitantes cármenes liumanos;
Al resplandor dé incendio del Orgullo
(Jiña el liada sombría de la Tierra
El tesoro fecundo de sus joyas!
Los brazos de mi lira se lian abierto
Sobre una melodiosa primavera
Que encantará las cosas más lejanas,
Mas más inaccesibles, las más áridas!
Mi lira era un caipullo; sus dos brazos
Abrieron armoniosos como pétalos
De una animada flor maravillosa
Dorada a sol y electrizada a luna!
Los brazos de mi lira se han abierto
Duros y ardientes como el fuego; ebrios
Del ansia visionaria de un abrazo
Tan grande, tan potente, tan amante
Que haga besarse el fango con los astros . . .
Y otras cosas más bajas y sombrías
Con otras más brillantes y más altas! !. . .
¡Oh! mi lira de brazos como pétalos
¡Flor la más rara de esta primavera!
33
LOS RELICARIOS DULCES
Hace tiempo, algún alma ya borrada fue mía...
Se nutrió de mi sombra... Siempre que yo quería
El abanico de oro de su risa'se abría,
O su llanto sangraba una corriente más;
Alma que yo ondulaba tal una cabellera
Derramada en mis manos. . . Flor del fuego y la cora...
Murió de una tristeza mía. . . Tan dúctil era,
Tan fiel, que a veces dudo si pudo ser jamás. . .
PEQUEÑOS MOTIVOS
POEMAS
EL DIAMANTE
I loy, en una mano burda, instintiva, deforme, he visto
el diamante más bello que pueda encender el Milagro-
Parecía vivo y doloroso como un espíritu desolado. . .
Vi Huir de su luz una sombra tan triste, que he llorado
por él y por todos los helios diamantes extraviados
en manos deformes...
EL BAUDAL
A veces, cuando el amado y yo soñamos en silencio,
un silencio agudo y profundo como el acecho de un
sonido insólito y misterioso — siento como si su alma
y la mía corrieran lejanamente, por yo no sé qué tie-
rras nunca vistas, en un raudal potente y rumoroso . . .
37
1) c l m i r a Agustini
LOS RETRATOS
Si os asomarais a mi alma como a una estancia pro-
funda, veríais cuánto la entenebrece e ilumina la in-
trincada galería de los Desconocidos . . . Figuras incóg-
nitas que, acaso, una sola vez en la vida pasaron por
mi lado sin mirarme, y están fijas allá dentro como
clavadas con astros . . .
38
EL LIBRO BLANCO
EL POETA LEVA EL ANCLA
El ancla de oro canta. . . la vela azul asciende
Como el ala de un sueño abierta al nuevo día.
Partamos, musa mía!
Ante la prora alegre un bello mar se extiende.
En el oriente claro como un cristal, esplende
El fanal sonrosado de Aurora. Eantasía
Estrena un raro traje lleno de pedrería
Para vagar brillante ipor las olas.
Ya tiende
La vela azul a Eolo su oriflama de raso . . .
¡El momento supremo!... Yo me estremezco; ¿acaso
Sueño lo que me aguarda en los mundos no vistos?. . .
¿Tal vez un fresco ramo de laureles fragantes,
El toisón reluciente, el cetro de diamantes,
El naufragio o la eterna corona de los Cristos?. . .
41
POR CAMPOS DE ENSUEÑO
Pasó humeante el tropel de los potros salvajes!
Feroces los hocicos, hirsutos los pelajes,
Las crines extendidas, bravias, tal bordones,
Pasaron como pasan los fieros aquilones !
Y luego fueron águilas de sombríos plumajes
Trayendo de sus cumbres magníficas visiones
Con el sereno vuelo de las inspiraciones
Augustas, con soberbias de olímpicos linajes,
Cruzaron hacia Oriente la limpidez del cielo;
Tras ellas como cándida hostia que alzara el vuelo,
Una paloma blanca como la nieve asoma,
Yo olvido el ave egregia y el bruto que foguea
Pensando que en los cielos solemnes de la Idea
A veces es muy bella, muy bella una paloma !
42
NOCHE DE REYES
“Tenía en las pupilas un brillo nunca visto,
Era rubio, muy dulce y se llamaba Cristo!. . . ”
— ¡ Ah, sigue ! — el mago erguía la frente soberana —
— “Mi copa es del Oriente, es sagrado este vino. —
“Allá en Betlheem, un día legendario y divino,
“Yo vi nacer al niño de estirpe sobrehumana.
“La Miseria lamía su mano... porcelana
“Celeste con el sello de un trágico destino;
“Y El sonreía siempre a la Miseria, al sino,
“Al cordero de nieve, a la cruz del Mañana. . . ”
Era mi Dios! ¡Ah Cristo, mi piedad os reclama.
Mi labio aún está dulce de la oración que os llama!
Peregrinando cultos, mi rubio, infausto Dios,
No estragué de mi fe los armiños prístinos,
I A.li ! por todo-s los templos, por todos los caminos,
Divagando sonámbula, yo marchaba hacia Vos...
43
LA SED
Tengo sed, sed ardiente ! — dije a la maga, y ella
Me ofreció de sus néctares. — Eso no, me empalaga ! —
Luego, una rara fruta, con sus dedos de maga,
Exprimió en una copa clara como una estrella;
Y un brillo de rubíes hubo en la copa bella.
Yo probé. — Es dulce, dulce. Hay días que me halaga
Tanta miel, pero hoy me repugna, me estraga ! —
Vi pasar por los ojos del hada una centella.
Y por un verde valle perfumado y brillante,
Llevóme hasta una clara corriente de diamante.
— Debe ! — dijo. — Yo ardía, mi pecho era una fragua.
Bebí, bebí, bebí la linfa cristalina . . .
¡Oh frescura! ¡oh pureza! ¡oh sensación divina!
— Gracias, maga, y bendita la limpidez del agua !
44
REBELIÓN
La rima es el tirano empurpurado,
Es el estigma del esclavo, el grillo
Que acongoja la mai’clia de la Idea.
No aleguéis que es de oro! El Pensamiento
No se esclaviza a un vil cascabeleo!
Ha de ser libre de escalar las cumbres
Entero como un dios, la crin revuelta,
La frente al sol, al viento. ¿Acaso importa
Que adorne el ala lo que oprime el vuelo?
Él es por sí, por su divina esencia,
Música, luz, color, fuerza, belleza !
¿ A qué el carmín, los perfumados pomos?. . .
I Por qué ceñir sus manos enguantadas
A herir teclados y brindar bombones
Si libres pueden cosechar estrellas,
Desviar montañas, empuñar los rayos?
I) t l m ira A g u s t i r <
¡ Si la cruz de sus brazos redentores
Auarca el mundo y acaricia el cielo!
Y la Belleza sufre y se subleva. . .
¡ Si es herir a la diosa en pleno pecho
Mermar el torso divinal de Apolo
Para ajustarlo a ínfima librea!
Para morir como su ley impone
El mar no quiere diques, quiere playas!
Así la Idea cuando surca el verso
Quiere al final de la ardua galería,
Más que una puerta de cristal o de oro,
La pampa abierta que le grita “¡Libre!”
4ti
Miradla, así, sobro el follaje oscuro
Recortar la silueta soberana...
¿No parece el retoño prematuro
l)e una gran raza que será mañana?
Así una raza inconmovible, sana,
Tallada a golpes sobre mármol duro,
De las vastas campañas del futuro
Desalojara a la familia humana!
Miradla así — de hinojos ! — en augusta
Calma imponer la desnudez que asusta!. . .
Dios ! . . . Moved ese cuerpo, dadle un alma !
Ved la grandeza que en su forma duerme. . .
¡Vedlo allá arriba, miserable, inerme,
Más pobre que un gusano, siempre en calma !
47
RACHA DE CUMBRES
El soberbio regazo de curvatura extraña
En ademán solemne nos brinda la montaña.
Subamos. De la cumbre, del reino de las alas
Expulsemos los cóndores, expulsemos las águilas.
. Allá la novia Nieve abre su blanco velo
Que tiembla y que desmaya a los besos del cielo.
.Y el mar al pie, agolpándose en la ipiedra y la arena,
Rompe, azota, revuelca su intrincada melena.
Allá surge la idea de un formidable mito . . .
Abajo lo insondable, arriba lo infinito.
Súbito al peregrino rumor de nuestra planta
Con ímpetu salvaje un ave se levanta.
Son grandes, son soberbias las aves de las cumbres,
Sus ojos tienen fríos, olímpicos vislumbres.
48
Los astros del abismo
Abismos palpitantes, enigmas de plumaje,
Su vuelo es un nervioso martilleo salvaje.
Sus pupilas brillantes, sus pupilas oscuras,
Dan un vértigo raro : un vértigo de alturas . . .
¡ Miradas encendidas en las cumbres ! . . . su vuelo
Tiene una ley y un límite : el capricho y el cielo .
Y el pico corvo, enérgico: dominio y arrogancia!
El pico soberano del águila de Francia!
Y huyen como si hubieran mirado el Pensamiento . . .
— La montaña parece crecer para el momento. —
¿Presentirán sus alas tu misterioso alaje?...
El asombro ha debido dilatar el paisaje.
Y cuando allá en la cumbre, como un sol que flamea,
Pabellón de la Vida se levante la Idea,
Parecerá Natura un divino homenaje!
4
49
EL HADA COLOR DE ROSA
El hada colór de rosa que mira como un diamante,
El hada color de rosa que charla como un bulbul,
A mi palacio una aurora llegó en su carro brillante,
Esparciendo por mis salas un perfume de Estambul.
■ — Toma — y una esbelta lira de oro me dio — en cija
[cante
La musa de tus ensueños sus parques, el cisne azul
Que tiende en los lagos de oro su cuello siempre al
[Levante,
Y Helena que pasa envuelta en la neblina de un tul.
Busca la rima y el ritmo de un humo, de una fragan-
cia,
Y en perlas de luz desgrana las risas de Extravagancia
•Que muestra los dientes blancos a Zoilo de adusto ceño.
Canta en la aurora rosada, canta en la tarde de plata
Y cuando el sol, como un rey, muera en su manto.es-
[ car lata.
Mientras que la noche llega, ensaya un ritmo y un
[sueño !
50
LA MUSA
Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja;
Con dos ojos de abismo que se vuelvan fanales;
En su boca, una fruta perfumada y bermeja
Que destile más miel que los rubios panales,
A veces nos asalte un aguijón de abeja;
Una raptos feroces a gestos imperiales
Y sorprenda en su risa el dolor de una queja;
En sus manos asombren caricias y puñales!
Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante,
Y sea águila, tigre, paloma en un instante,
Que el Universo quepa en sus ansias divinas ;
Tenga una voz que hiele, que suspenda, que inflame,
Y una frente que erguida su corona reclame
He rosas, de diamantes, de estrellas o de espinas!
51
Un campo muy vasto de ensueño y milagro.
Las tierras labradas soñando simiente
Y súbito un hombre de olímpica frente
Que emperla los surcos de ardientes rubíes.
— i Qué siembras? — le digo — 4 delira tu mente?
— Mi sangre que es lumbre. . . ¡mi sangre! — contesta —
Verás algún día la mágica fiesta
De luz de mis campos; si quieres, hoy, ríe!
— 4 Reir? eso nunca ¡respeto lo ignoto!
Me apiada la angustia grabada en tu cara
La angustia que implica tu siembra, tan rara !
— Verás algún día mis campos en flor!
Hoy mira mi herida — mostróme su pecho
Y en él una boca sangrienta — hoy repara
En mí la congoja de un cuerpo deshecho •
Mañana a tus ojos seré como un dios!
52
Los astros del abismo
— Tal vez, tal vez . . . dije — ¡ Seguro, seguro !
Se lene hoy esboza su rostro de cera,
'Tros veces que nazca, tres veces que muera
Y vuelve a mis campos tu brillo de aurora!
Pasaron tres lunas, tres lunas de (plata,
— tres lunas de hierro! soñaba en mi espera.
Del hombre que hiciera la siembra escarlata
Marché hacia la extraña, magnífica flora.
— Hay hondas visiones, visiones que hielan,
Visiones que amargan por toda una vida! —
La luz anunciada, la luz bendecida
Llenando los campos en forma de flor !
Y. . . en medio. . . un cadáver. . . crispadas las manos
— Murieron ahondando la trágica herida —
Y en todo una nube de extraños gusanos
Babeando rastreros el sacro fulgor!
53
NARDOS
En la sala medrosa
Entró la noche y me encontró soñando.
En el vaso chinesco, sobre el piano
Como un gran horizonte misterioso,
El haz de esbeltas flores opalinas
Da su perfume; un cálido perfume
Que surge ardiente de las suaves ceras
Florales, tal la llama de los cirios.
Blandamente yo entorno
Los ojos y abandonóme a sus ondas
Como un náufrago al juicio de los mares.
De las flores me llegan dos perfumes
Flotando en el cansancio de la hora,
Uno que es mirra y miel de los sentidos
Y otro grave y profundo que entra al alma,
Abierta toda, como se entra al templo.
54
Los astros del abismo
Y me parece que en la sombra vaga
Surgir los veo de las ñores pálidas,
Y tienen bellas formas, raras formas . . .
Lino es un mago ardiente de oro y púrpuras,
Otro una monja de color de cera
■Como un gran cirio erguida,
Y con dos manos afiladas, lívidas,
Que me abren amplias puertas ignoradas
Que yo cruzo temblando.
Muchas cosas me cuentan, muchas cosas,
Las flores de ópalo en su extraña lengua;
Cosas tan raras y hondas, tan difusas
En el fondo de sombras de la sala,
Que he llegado a pensarme un gran vidente
Que leyera en la calma de las cosas
Formidables secretos de la vida!
¡ Oh flores, me embriagáis y sois tan blancas !
Tan blancas que alumbráis y yo os contemplo
Como el sello de Dios en las tinieblas.
¡ Oh flores, hablad mucho ! Acá en la sombra
Vuestras voces me llegan
Como a través del muro inderrocable
Que separa la Muerte de la Vida.
Siento venir el sueño.
Vuestro perfume en sus calladas ondas.
Como a un rey oriental que navegara
Majestuoso de imperio y de pereza
En su barca pomtposa, a mí le trae!
55
Del m ira Agustín
¡ Oh flores, hablad más, habladme muebo !
Y'uestra voz no es tan clara. Decid, flores,
En la muerte invariable de esa estatua
¿No hay una extraña vida! Decid, flores,
¿Las tinieblas no son una compacta
Procesión de mujeres enlutadas
Marchando hacia la luz! Decidme flores,
¿Qué sabéis del misterio de la vida. . .
De la inmensa leyenda del Calvario . . .
Qué del vuelo supremo de las almas ? . . .
Las cavernas del sueño: decid, flores,
¿No serán ... el oasis . . . de la vida? . . .
MI ORACIÓN
Mi templo está allá lejos, tras de la selva huraña.
Allá salvaje y triste mi altar es la montaña,
Mi cúpula los cielos, mi cáliz el de un lirio;
Allá, cuando en las tardes lentas, la mano extraña
Del crepúsculo enciende en cada estrella un cirio,
Por entre los fantasmas y las calmas del monte,
Va mi musa errabunda, abriendo un horizonte
En cada ademán. . . Hija del Orgullo y la Sombra,
Con los ojos más fieros e intrincados que el monte,
Pasa, y el alma grave de la selva se asombra.
Y allá en las tardes tristes, al pie de la montaña,
Serena, blanca, muda, con esplendores de astro,
Erige la plegaria su torre de alabastro. . .
Y es la oración más honda para mi musa extraña,
Tal vez porque hay en ella la voz de la montaña
Y el homenaje mudo de la natura grave. . .
Es la oración del alma, flor grandiosa y huraña
De los grandes desiertos. En los templos no cabe.
57
Mi musa tomó un día la placentera ruta
De los campos fragantes; ornada de alboholes,
Perfumando sus labios en la miel de la fruta
Y dorando su cuerpo al fuego de los soles,
Vivió como una ninfa: desnuda, en fresca gruta,
Engalanando espejos de lagos tornasoles
La gran garza rosada de su forma impoluta.
Volvió a mí como el oro de luz de los crisoles,
Más pura; los cabellos emperlados de gotas
Lucientes y prendidos de abrojos ; trajo notas
De pájaro silvestre, más frescura y más fuego . . .
Yo peinóla y vestíla sus parisinas galas,
Y ella hoy grave pasea por mis brillantes salas
Un gran aire salvaje y un perfume de espliego.
58
CARNAVAL
Frufrúes, tintines,
Sedas, cascabeles,
Collares de risas,
Chillidos alegres!
— ¿ Quién es ? . . . Adelante !
— Soy yo . . . Carnaval !
(Tintines, perfumes,
Reir de cristal) .
Vibrante mancebo
De vividos ojos,
(Cuentas, lentejuelas,
Cintarajos rojos) .
— ¿Qué buscas? — Tus rimas,
Verás cual se alegran!
Darélas sonrisas,
Y flores, y perlas!
59
Lf e l m ira Agustín i
Entre finos pajes
Y suaves duquesas,
Y blancas pelucas
De antiguas princesas;
Risas, jugueteos,
Estallar de flores!
Luchas perfumadas!
Lluvias de colores!
Saltando en los labios
De extraña careta,
El chiste que punza
Como una saeta!
Jugando en el baile
El pie de satín,
Lloviznen los labios
Perlado reir!
Hervor de champaña,
Chocar de cristales,
Crujidos de sedas
Y risas triunfales.
Collares, diademas,
Y cintas y tules,
Y estrellas doradas,
Y cuentas azules!
«o
Los astros del abismo
(Tintines, perfumes,
Perlado reir) .
— 4 Por qué estás alegre?
— Ño sel!... Porque sí!
— Ya tienes mis rimas,
Muñeco sonoro,
Yo adoro tu charla,
Tus risas adoro,
Tus cuentas chillonas
Y tus lazos rojos,
Mas, dime: ¿tu alma?
— Ven! Mira en mis ojos!
Miré, busqué el fondo
Con rara ansiedad,
Vi un pozo muy frío, muy negro, muy hondo,
Y dentro la horrenda serpiente del mal!
(Tintines, perfumes,
Reir de cristal) .
oí
DE MI NUMEN A LA MUERTE
Emperatriz sombría,
Si un día,
Herido de un capricho misterioso y aciago,
Yo llegara a tu torre sombría
Con mi leve y espléndido bagaje de rey mago
A volcar en tu copa de mármol mis martirios,
Sellarás más tu puerta y apagarás tus cirios. . .
En mi raro tesoro,
Hay, entre los diamantes y los topacios de oro,
Y el gran rubí sangriento como enconada herida,
El capullo azulado y ardiente de una estrella
Que ha de abrir a los ojos suspensos de la Vida,
Con una lumbre nueva, inmarcesible y bella!
EL POETA Y LA DIOSA
Entré temblando a la gruta
Misteriosa cuya puerta
Cubre una mampara hirsuta
De cardos y de cicuta.
Crucé temblando la incierta
Sombra de una galería
En que acechar parecía
La guadaña de la muerte.
— El Miedo erguido blandía
Como un triunfo mi alma fuerte. —
Un roce de terciopelo
Siento en el rostro, en la mano.
— Arañas tendiendo un velo —
¡A cada paso en el suelo
Siento que aplasto un gusano!
63
D e l m i r a Agustín
A una vaga luz de plata,
En cámara misteriosa,
Mi fiera boca escarlata
Besó la olímpica nata
Del albo pie de la diosa !
— Brillante como una estrella,
Da diosa nubla su rara
Faz enigmática y bella,
Con densa gasa: sin ella
Dicen que el verla cegara —
Ebrio de ensueños, del hada,
— Es hada y diosa — y la helada
Luz de su mística estancia,
Alzo mi copa labrada
Y digo trémulo: Escancia!
Con sus dedos sibilinos
Como un enigma que inspira,
En cien vasos opalinos
Escancióme raros vinos
A la sombra de una lira . . .
Un verde licor violento
Tras cuyos almos delirios
Acecha un diablo sangriento;
Otro color pensamiento
Con sueños a luz de cirios . . .
64
Ii O S
astros del abismo
Y nobles zumos añejos
Con la fuerza de lo puro,
Vinos nuevos con reflejos
Im/previstos y los dejos
De un sumo néctar futuro.
Y gusté todos los vinos
De la maga, todos finos
Y — ¡oh, Dios ! — de distintos modos,
Todos deliciosos, bellos ! . . .
La maga dijo: — ¿Cuál de ellos í. . . —
— Poned un poco de todosd
EL P0ET1A Y LA ILUSIÓN
La princesita hipsipilo, la vibrátil filigrana,
— Princesita ojos turquesas esculpida en porcelana —
Llamó una noche a mi puerta con sus manitas de lis.
Vibró el cristal de su voz como una flauta galana/
— Yo sé que tu vida es gris.
Yo tengo el alma de rosa, frescuras de flor temprana,
Vengo de un bello país
A ser tu musa y tu hermana! —
Un abrazo de alabastro . . . luego en el clavel sonoro
De .su boca, miel suavísima ; nube de perfume y oro
La pomposa cabellera me inundó como un diluvio.
O miel, frescuras, perfumes ! . . . Súbito el sueño, la
[sombra
Que embriaga ... Y, cuando despierto, el sol que alum-
bra en mi alfombra
Un falso rubí muy rojo y un falso rizo muy rubio!
6H
UNA CHISOPA
Fué un ensueño de fuego
Con luces fascinantes
Y fieras de rabíes tal heridos diamantes;
Rayo de sangre y fuego
Incendió de oro y púrpura todo mi Oriente gris.
Me quedé como ciego. . .
¡ Qué luz ! . . . - i Y luego, y luego? . . .
— ¿Luego?. . , El Oriente gris. . .
67
BATIENDO LA SELVA
Cuando cruzas la selva tras los corzos sedeños
Y albos; la melena feroz, los ojos crueles,
Entre la blanca fuga de tus raros lebreles,
Sobre el corcel de nieve, Nemrod de los ensueños,
Yo deleito mi oído en el vuelo sonoro
Del alma misteriosa de tu olifante de oro,
Y golosa y alegre sonrío a la promesa
De la caza exquisita que aromará tu mesa.
68
MI MUSA TRISTE
Vagos preludios. En la noche espléndida
Su voz de perlas una fuente calla,
Cuelgan las brisas sus celestes pífanos
En el follaje. Las cabezas pardas
De los buhos acechan.
Las flores se abren más, como asombradas
Los cisnes de marfil tienden los cuellos
En las lagunas pálidas.
Selene mira del azul. Las frondas
Tiemblan. . . y todo! hasta el silencio, calla.
Es que ella pasa con su boca triste
Y el gran misterio de sus ojos de ámbar,
A través de la noche, hacia el olvido,
Como una estrella fugitiva y blanca.
Como una destronada reina exótica
De bellos gestos y palabras raras.
69
D. e l m i r a A g u s t i n i
Horizontes violados sus ojeras.
Dentro, sus ojos — dos estrellas de ámbar —
Se abren cansados y húmedos y tristes
Como llagas de luz que se quejaran.
Es un dolor que vive y que no espera,
Es una aurora gris que se levanta
Del gran lecho de sombras de la noche,
(Cansada ya, sin esplendor, sin ansias
Y sus canciones son como hadas tristes
Alhajadas de lágrimas . . .
Las cuerdas de las liras
Son fibras de las almas. —
Sangre de amargas viñas, nobles viñas,
En vasos regios de belleza, escancia
A manos de marfil, labios tallados
Como blasones de una estirpe magna.
Príncipes raros del Ensueño! Ellos .
Han visto erguida su cabeza lánguida.
Y la oyeron reir, porque a sus ojos
Vibra y se expande en flor de aristocracias.
Y su alma limpia como el fuego alumbra,
Como una estrella en sus pupilas de ámbar;
Mas basta una mirada, un roce apenas,
El eco acaso de una voz profana,
Y el alma blanca y limpia se concentra
Como una flor de luz que se cerrara !
70
Los
astros del abismo
Sobre el mar que los cielos del Ensueño retrata
Alza mi torre azul su capitel de plata
Que Eolo pulsa rara, dulcemente; suspira
Al pie la vaga ola su vaga serenata
Y yo sueño en los cantos que duermen en mi lira.
Cuando un ave vibrante de plumaje escarlata
En la ventana abierta se detiene y me mira:
¿Qué haces? — dice; allá abajo es primavera! — Inspira
Ansia de sol, de rosas, de caricias, de vida,
La mágica palabra! Vuela el ave encendida.
Yo bajo, desamarro mi yate marfileño
Y corto mares hacia la alegre primavera.
A mi espalda, en las olas, solitaria y austera
Mi torre azul se yergue como un largo “Ave Ensueño !”
71
MIS IDOLOS
En el templo colmado de adoraciones graves,
Entre largos silencios y penumbras muy suaves,
Se alzaban revistiendo majestades supremas;
Eran muchos y varios, y a todos yo adoraba
Por igual y a sus pies yo las horas dejaba
Pasar, mudas y lentas, dibujando zalemas
Y deshojando orquídeas, entre olores complejos
De maderas de Arabia y de pétalos viejos.
Mi fe era inconmovible, pintorescos mis ritos ;
Prestigiados mis ídolos por los más bellos mitos,
Me llegaban de tierras no vistas, de muy lejos,
Menudos y enigmáticos, en estuches preciosos,
Y los amé por raros, pulidos y pomposos.
Y los había bellos hasta el dolor, y feos
Hasta la risa; irónicos, con afilados dientes
Que desgarran sonriendo; rostros de camafeos
Engarzados en cuerpos dúctiles de serpientes ;
72
Los astros del abismo
Monstruos dioses con gestos indecisos y varios,
— Miradas de demonios sobre sonrisas santas —
Y en todos el gran sello de raro que a sus plantas
Hacía arder mis pupilas como dos incensarios.
Y era tal mi piedad, y era tal mi cariño
Que a sus pies todo de ellos mi corazón dormía,
Como un vaso sellado que amenaza de lleno,
O el gran capullo, hinchado, de un gran lirio de armiño.
Y mi vida en un éxtasis dulcemente yacía
Como un gran lago límpido que reflejara el cielo .
Así bajo los rostros sombríos y risueños
Yo viví sin vivir, largo tiempo, rezando
O en la rueca tranquila de las horas hilando
Los copos impecables de una seda de ensueños.
Cuando a través del tiempo se abrió la inmensa puer-
Rechinaron cruelmente los goznes enmohecidos, [ta,
Y yo cerré a la luz mis. ojos entumidos. . .
Luego en la gloria de oro de la luz viva y cierta,
Entre un perfume alegre de flores campesinas,
Que sacudió mi espesa borrachera de incienso,
Surgió un ídolo nuevo, palpitante e inmenso !
Y eran sus divinas pupilas casi humanas
Y sus divinos labios reían a la vida .
Yo miré largamente la gran figura erguida
Sin descubrir las viejas frialdades sobrehumanas.
73
D e l w- i r a Agustini
Y comparé mis ídolos imperiosos, irguiendo
Fieramente sns frágiles monstruosidades, y este
Dios que a la vida exhibe como una flor, sonriendo
Los sellos indelebles de una estirpe celeste . . .
Y escuché en mí una extraña discusión de mil voces . . .
Súbito una alocada racha de primavera
Jugueteó entre mis ídolos. . . vacilaron. . . cayeron. . .
Y hubo un gran ruido alegre de porcelana huera!
Yo reí y en mí, fiera, noblemente, surgieron
En unísono coro las misteriosas voces,
Cantando las eternas victorias de la vida !
Luego, con los brillantes escombros formé un claro
Altar para el dios nuevo que reinó, simple y fuerte,
En la belleza austera del templo de lo raro
Donde todo vivía como herido de muerte.
Y quité el polvo viejo, las corolas marchitas,
Y traje de los campos alegres margaritas
De vividas corolas y de perfume santo.
Y ofrendé al nuevo dios mi corazón que abría
Como una flor de sangre, de amor y de armonía .
Y le adoré con ansias y le adoré con llanto !
MISTERIO: VEN...
Ven, oye, yo te evoco.
Extraño amado de mi musa extraña,
Ven, tú, el que meces los enigmas hondos
En el vibrar de las pupilas cálidas.
El que ahondas los cauces de amatista
De las ojeras cárdenas...
Ven, oye, yo te evoco,
Extraño amado de mi musa extraña!
Ven, tú, el que imprimes un solemne ritmo
Al parpadeo de la tumba helada ;
El que dictas los lúgubres acentos
Del decir hondo de las sombras trágicas.
Ven, tú, el poeta abrumador, que pulsas
La lira del silencio: la más rara!
La de las largas vibraciones mudas,
La que se acorda al diapasón del alma!
Ven, oye, yo te evoco,
Extraño amado de mi musa extraña!
75
D e l m i r a Agustín i
Ven, acércate a mí, que en mis pupilas
Se hundan las tuyas en tenaz mirada,
Vislumbre en ellas, el sublime enigma
Del más allá, que espanta . . .
Ven . . . acércate más . . . clava en mis labios
Tus fríos labios de ámbar,
Guste yo en ellos el sabor ignoto
De la esencia enervante de tu alma ! . . .
Ven, oye, yo te evoco,
Extraño amado de mi musa extraña!
76
INTIMA
Yo te diré los sueños de mi vida
En lo más hondo de la noche azul. . .
Mi alma desnuda temblará en tus manos,
Sobre tus hombros pesará mi cruz.
lias cumbres de la vida son tan solas,
Tan solas y tan frías! Yo encerré
Mis ansias en mí misma, y toda entera
Como una torre de marfil me alcé.
Hoy abriré a tu alma el gran misterio;
Ella es ca¡paz de penetrar en mí .
En el silencio hay vértigos de abismo :
Yo vacilaba, me sostengo en ti.
Muero de ensueños; beberé en tus fuentes
Puras y frescas la verdad; yo sé
Que está en el fondo magno de tu (pecho
El manantial que vencerá mi sed.
77
1) e l m i r a Agustín i
Y sé que en nuestras vidas se produjo
El milagro inefable del reflejo . . .
En el silencio de la noche mi alma
Llega a la tuya como a un gran espejo.
Imagina el amor que habré soñado
En la tumba glacial de mi silencio !
Más grande que la vida, más que el sueño,
Bajo el azur sin fin se sintió preso.
Imagina mi amor, amor que quiere
Vida imposible, vida sobrehumana,
Tú que sabes si pesan, si consumen
Alma y sueños de olimpo en carne humana.
Y cuando frente al alma que sentía
Poco el azur para bañar sus alas,
Como un gran horizonte aurisolado
O una playa de luz, se abrió tu alma:
Imagina! Estrechar vivo, radiante
El Imposible ! La ilusión vivida !
Bendije a Dios, al sol, la flor, el aire,
La vida toda porque tú eras vida!
Si con angustia yo compré esta dicha,
Bendito el llanto que manchó mis ojos!
¡Todas las llagas del pasado ríen
Al sol naciente por sus labios rojos!
78
Los astros del abismo
• *
¡Ah! tú sabrás nú amor, mas vamos lejos
A través de la noche florecida ;
Acá lo humano asusta, acá se oye,
Se ve, se siente sin cesar la vida.
Vamos más lejos en la noche, vamos
Donde ni un eco repercuta en mí,
Como una flor nocturna allá en la sombra
l'o abriré dulcemente para tí.
79
EXPLOSIÓN
Si la vida es amor, bendita sea!
Quiero más vida para amar 1 ! Hoy siento
Que no valen mil años de la idea
Lo que un minuto azul del sentimiento.
Mi corazón moría triste y lento. . .
Hoy abre en luz como una flor febea;
¡La vida brota como un mar violento
Donde la mano del amor golpea!
Hoy partió hacia la noche, triste, fría,
Botas las alas de mi melancolía;
Como una vieja mancha de dolor
En la sombra lejana se deslíe...
Mi vida toda canta, be-sa, ríe!
Mi vida toda es una boca en flor!
80
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Ytxtxxz sowgcz. o(ej£ ’CXrZjay^ó-t^. . .
/'(rtVMfeH, ^Wjl, ^
Una página autógrafa de Delntira Agnstini
AMOR
Yo lo soñé impetuoso, formidable y ardiente;
Hablaba el impreciso lenguaje del torrente;
Era un mar desbordado de locura y de fuego,
Rodando por la vida como un eterno riego.
Luego soñélo triste, como un gran sol poniente
Que dobla ante la noche la cabeza de fuego;
1 )espués rió, y en su boca tan tierna como un ruego,
Sonaba sus cristales el alma de la fuente.
Y lioy sueño que es vibrante, y suave, y riente, y tris-
Que todas las tinieblas y todo el iris viste; [te,
Que, frágil como un ídolo y eterno como Dios,
Sobre la vida toda su majestad levanta:
Y el beso cae ardiendo a perfumar su planta
En una flor de fuego deshojada por dos. . .
6
81
EL INTRUSO
Amor, la noche estaba trágica y sollozante
Ünando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
Luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,
Tu forma fué una mancha de luz y de blancura.
Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;
Bebieron en mi copa tus labios de frescura,
Y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;
Me encantó tu descaro y adoré tu locura.
Y hoy río si tú ríes, y canto si tú cantas;
Y si tú duermes, duermo como un (perro a tus plantas !
Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera ;
Y tiemblo si tu mano toca la cerradura,
Y bendigo la noche sollozante y oscura
Que floreció en mi vida tu boca tempranera!
82
DESDE LEJOS
En el silencio siento pasar hora tras hora,
Como un cortejo lento, acompasado y frío . . .
¡Ah! Cuando tú estás lejos mi vida toda llora
Y al rumor de tus pasos hasta en sueños sonrío.
Yo sé que volverás, que brillará otra aurora
En mi horizonte grave como un ceño sombrío;
Revivirá en mis bosques tu gran risa sonora
Que los cruzaba alegre como el cristal de un río.
Un día, al encontrarnos tristes en el camino.
Yo puse entre tus manos pálidas mi destino!
j Y nada de más grande jamás han de ofrecerte !
Mi alma es frente a tu alma como el mar frente al
Pasarán entre ellas tal la sombra de un vuelo t [cielo :
La Tormenta y el Tiempo y la Vida y la Muerte !
83
LA COPA DEL AMOR
Bebamos juntos en la copa egregia’!
Raro licor se ofrenda a nuestras almas.
Abran mis rosas su frescura regia
A la sombra indeleble de tus palmas !
Tú despertaste mi alma adormecida
En la tumba silente de las horas;
A ti la primer sangre de mi vida
¡En los vasos de luz de mis auroras!
¡Ah! tu voz vino a recamar de oro
Mis lóbregos silencios; tú rompiste
El gran hilo de perlas de mi lloro,
Y al sol naciente mi horizonte abriste.
Por ti, en mi oriente nocturnal, la aurora
Tendió el temblor rosado de su tul;
Así en las sombras de la vida ahora,
Yo te abro el alma como un cielo azul!
84
Los astros del abismo
¡Ah, yo me siento abrir como una rosa!
Ven a beber mis mieles soberanas:
I Yo soy la copa del amor pomposa
Que engarzará en tus manos .sobrehumanas!
La copa erige su esplendor de llama. . .
¡ Con qué hechizo en tus manos brillaría !
Su misteriosa exquisitez reclama
Dedos de ensueño y labios de armonía.
Tómala y bebe, que la gloria dora
El idilio de luz de nuestras almas ;
¡Marchítense las rosas de mi aurora
A la sombra indeleble de tus palmas !
S5
AVE, ENVIDIA!
Aspid punzante de la envidia, Ave!
Tú fustigas la calma que congela,
El rayo brota en la violencia, el ave
En paz se esponja y acosada vuela!
Si hay en Luzbel emanación divina
En ti hay vislumbre de infernal nobleza,
Rampante, alada, la ambición fascina —
Y si tu instinto al lodazal se inclina
Reptil tú eres y tu ley es esa !
Mírame mucho que mi mente inflamas
Con la luz fiera de tus ojos crueles. . .
¡Ah, si vieras cual lucen tus escamas
En el tronco vivaz de mis laureles!
Gozaste el día que abismé mis galas,
Cóndor herido renegando el vuelo ;
Hoy concluye tu triunfo, hay en las alas
Fatalidad que las impulsa al cielo!
86
/y O S
astros del abismo
Si de mis cantos al gran haz sonoro
Tu cinta anudas de azabache fiero,
Sabio te sé: de mi auroral tesoro
Lo que dejes caer yo no lo quiero!
Esa cinta sombría es la Victoria. . .
Cuando describes tu ondulado rastro
Por todos los senderos de la gloria
Muerdes sombras de ala, luces de astro.
Forja en la noche de tu vida impía
Cruces soñadas a mi blanca musa,
i Si ha de vivir hasta cegar un día
Tus siniestras pupilas de Medusa!
No huyas, no, te quiero, así, a mi lado
Hasta la muerte, y más allá: ¿te asombra?
Seguido la experiencia me ha enseñado
Que la sombra da luz y la luz sombra. . .
Y estrecha y muerde en el furor ingente;
Flor de una aciaga Flora esclarecida,
Quiero mostrarme al porvenir de frente,
Con el blasón supremo de tu diente
En los pétalos todos de mi vida !
87
Media noche . . . Hacia Oriente, bella región — fábu-
las, diamantes, ojos negros, raros sueños, maravillas,
— viajan tres tristes sombras de pálidos viejos que
fueron bellos y reyes y magos y, hoy, son pobres pere-
grinos espectrales de una muerta estrella y de un muer-
to Dios.
Llevan preciosas cargas — rosados muñecos, sedas
misteriosas, esmeraldas de Egipto, turquesas de Per-
sia, — en las manos lácteas ; un mirar estancado en los
ojos hondos que, en los rostros blancos con las barbas
blancas brillan como estrellas de azabache sobre nubes
de plata. Y llevan largos mantos negros y regias tiaras
de opacas perlas negras. En las barbas blancas de los
rostros blancos, unas como cuentas cristalinas titilan
y fulguran como gemas.
88
Los astros del a b i s m o
Yo los veo pasar . . . Algo monumental cae en mi al-
ma... La sensación de lo extrahumano abruma...;
mis rodillas ceden, tiendo las manos temblorosas...
MaTj^k que adoran, llaman, imploran... — “Abuelos,
¡oh abuelos!. . .” — Mi voz naufraga. Yo lloro, lloro
lágrimas de luz, gotas del alma! Y los pálidos viejos
se detienen, me miran abismadamente y me hablan con
voces remotas. Y las voces y las miradas están llenas
de sublimes dejos. — “No llores, no llores más. l)í:
¿Quieres tú algo!... ¿Qué?... ¿Un bello diamante
puro y luminoso como una perla de agua del Jordán, o
una esmeralda pérfida y cabalística como un ojo feli-
no?... ¿Rubíes de rojo y llama, tal la sangre morisca, u
ópalos sombríamente blancos como monjas traido-
ras?. . . ¿Albos corderos de ojos de azur y collareitos de
oro o rubios marquesitos envueltos en relámpagos de
sedas y de joyas?... Pide...” — Un extraño fuego
secó mis lágrimas encendiendo mis labios y hablé, ha-
blé febrilmente: — “No, no, nada de esod No quiero el
bello diamante, la pérfida esmeralda ni el albo corde-
ro. Guardadlo todo, todo, hasta mi vida! Pero dadme,
dadme si sois magos, esa suprema visión que impone
en vuestros ojos, como un aletazo formidable en la no-
che, el fondo de un abismo: la visión ultraolímpica del
niño de Bethleen cargando todo un mundo criminal y
maldito sobre dos suaves hombros frágiles como dos
rosas! Yo quiero ver al Dios. . . Vosotros sois magos.
¡Mostrádmele!” — “Imposible”. — “Habladme, enton-
ces, de Di. De la estrella blanca. . . Del cordero suave”.
—“¿Y para qué? Eso es muy triste — largos suspi-
ros”. — “Dichoso tú!” — “Yo?... Yo, mísero ciego
89
D e l m i r a Agustín i
de la Suma Luz. Pobre nostálgico del Dios!...” —
“Tú no lo has visto, nosotros llevamos su luto ; tú llevas
un deseo, nosotros un dolor. . . ” — Y los tres viejos se
alejan, lentos y solemnes, lentos y profundos, arras-
trando pesadamente los tres largos mantos negros,
como tres martirios. . . Yuélvense y me miran. . . En
las barbas blancas de los rostros blancos, muchas, mu-
chas perlas cristalinas dan luces fulmíneas . . . ¡ Oh, las
divinas lágrimas ! ! ! Deben de ser muy ardientes : a su
fulgor se han secado las mías . . .
90
LA ALBORADA
PRIMERA PARTE
OBEA DE LOS DIEZ A LOS QUINCE AÑOS
Hay belleza en el lirio inmaculado
De majestad emblema,
Hay belleza en el cáliz nacarino
De la blanca azucena,
Hay belleza en la rosa purpurina
Y en el albo reseda,
Hay belleza en la nítida corola
De la nivea camelia,
Hay belleza en el pálido junquillo
Y en la suave diamela,
Hay belleza en el triste pensamiento
Y no hay flor en la cual no haya belleza,
Pero hay una que es flor entre las flores
Con ser la más modesta,
Una flor de fragancia incomparable,
Delicada y pequeña,
í)3
I) e l m ira A g u s t i n i
Una flor que en un lecho de esmeraldas
Oculta su belleza,
Una flor que un encanto misterioso
En su cáliz encierra,
Un encanto ideal, indefinible
Que no hay flor que contenga,
Una flor para mí como ninguna,
Una flor que se llama ¡la violeta!
94
LA ESPERANZA
(Compuesta a los diez años)
Soy el dulce consuelo del que sufre,
Soy bálsamo que alienta al afligido,
Y soy quien muchas veces salva al hombre
Del crimen o el suicidio.
Yo le sirvo al mortal que me alimenta
Contra el dolor de sin igual muralla,
Soy quien seca su llanto dolorido
Y calma su pesar ¡Soy la Esperanza!
95
OJOS-NIDOS
{Compuesta a los diez años)
PARA MI MADRE.
Entre el espeso follaje
De una selva de pestañas
Hay dos nidos luminosos
Como dos flores fantásticas.
¡Nidos de negros fulgores!
¡De oscuras vibrantes llamas!
Y allá : dentro de esa selva
De follaje negro, espléndido,
En el fondo de esos nidos
Como flores de destellos,
¡Agita sus ígneas alas
El ave del Pensamiento!
96
EN UN ALBUM
(Compuesta a los once años)
Cuando abriendo tu boca perfumada,
La voz dulce y perlada
De tu bella garganta haces brotar,
En voces de sirenas ideales,
Y en arpas de sonidos celestiales,
A iní me haces pensar.
Cuando miro tu cuello alabastrino
Y tu cuerpo divino
Que al de Venus la diosa ha de igualar,
Del mármol la blancura,
Y del cisne la olímpica figura,
Me haces recordar.
¡Cuántas veces ligera como un hada,
Te he visto yo ocupada
En las dulces tareas del hogar,
Y entonces a mi madre,
Y Carlota de Werther heroína,
Me has hecho recordar!
97
EN UN ALBUM
(Compuesta a los once años)
La belleza más pura y delicada
Se refleja en tu rostro juvenil,
Eres ninfa risueña, eres un hada,
Eres flor de algún célico pensil.
Es tu espesa y sedosa cabellera
Una inmensa cascada de hebras de oro,
La corona de un rey jamás valiera
Lo que vale ese aurífero tesoro.
Dos azules zafiros son tus ojos,
Que iluminan tu rostro angelical,
Y tus labios delgados son tan rojos
Que podrían llamarse de coral.
Son tus manos dos blancas mariposas
0 dos flores talladas en marfil,
Y tus frescas mejillas son dos rosas
Que recién ha entreabierto el sol de Abril.
Es mi estilo muy tosco e imperfecto
Y no .puede expresar, en su rudeza,
Lo que vale tu rostro tan perfecto,
Desbordante de célica belleza.
¡POESÍA!
¡Poesía inmortal, cantarte anhelo!
¡Mas mil esfuerzos he de hacer en vano!
¿Acaso puede al esplendente cielo
Subir altivo el infeliz gusano?
Tú eres la sirena misteriosa
Que atrae con su voz al navegante,
¡ Eres la estrella blanca y luminosa !
¡ El torrente espumoso y palpitante !
Eres la brisa perfumada y suave
Que juguetea en el vergel florido,
¡ Eres la inquieta y trinadora ave
Que en el verde naranjo cuelga el nido !
Eres la onda de imperial grandeza
Que altiva rueda vomitando espuma,
¡ Eres el cisne de sin par belleza
Que surca el lodo sin manchar su pluma I
D e l m i r a Agustini
Eres la flor que al despuntar la aurora
Entreabre el cáliz de perfume lleno,
¡Una perla blanquísima que mora
Del mar del alma en el profundo seno!
¿Y yo quién soy, que en mi delirio anhelo
Alzar mi voz para ensalzar tus galas?
¡Un gusano que anhela ir hasta el cielo'!
¡Que pretende volar sin tener alas!
Esta fué la primera poesía que publicó Delmira Agustini.
La acogió *Rojo y Blanco» el 27 de septiembre de 1902.
100
Ya del dulce crepúsculo
Hanse extendido los flotantes velos,
Gime el triste zorzal en la espesura,
Manso susurra en el follaje el viento.
En esta hora es el campo
Un edén de belleza incomparable,
Todo en él es sosiego, todo es calma,
Muere la luz y las tinieblas nacen.
De pálidas estrellas
A bordarse principia el firmamento,
El ángel renegrido de la noche
Sus alas de azabache ya está abriendo.
Mil niveas azucenas
Inundan de perfume el tibio ambiente,
Y 'el frondoso rosal rico de savia
Al peso de sus flores desfallece.
101
D c l m ira
Agustini
Varias flores nocturnas
Los broches de sus cálices desprenden,
Y áureos lampos semejan las luciérnagas
Entre las sombras que la noche extiende.
¿Qué atracción misteriosa
En esta hora indefinible encuentro?
¿Por qué a la viva luz del mediodía
Sus tenues resplandores yo prefiero?
Porque el crepúsculo en sus leves gasas
Guarda un jilgo sombrío, un algo tétrico,
Y en lo triste y sombrío siempre existe
La belleza que atrae en lo funéreo,
En las tinieblas de la noche oscura,
Y en lo insondable del abismo inmenso,
¡La belleza más grande y atrayente,
La sublime belleza del misterio !
10 -
LA FANTASIA
(La fantasía, misteriosa liada
A cuyo paso vagaroso, queda,
De perlas astros irisada nácar
Y niveas flores, delicada estela.
Es el astro celeste que nos guía
A la dulce región de la quimera,
Por un albo camino que el ensueño
Formó con lirios, azahar y perlas.
Un camino ignorado para el vulgo
Y que sólo conocen los poetas,
Soñar es necesario para verlo
;Y las almas vulgares nunca sueñan!
Es la maga ideal que nos envuelve
De la ilusión en el rosado velo.
¡La copa de marfil en que apuramos
El néctar delicioso del ensueño!
Es la llave de oro con que abrimos
La mansión ideal de la poesía,
¡Y en la mente agitada del artista
Es un rayo de luz la fantasía!
103
FLOR NOCTURNA
Cuando la noche tendiendo
Su manto de gasa negra
La silenciosa campiña
Envuelve en sombras funéreas,
Cuando allá en el firmamento
lias argentinas estrellas
Semejan ígneas pupilas
Que inmóviles nos contemplan,
Cuando las aves nocturnas
Exhalan lúgubres quejas
Que vibran en el silencio
Monótonas y siniestras,
Cuando el genio de las sombras
De su letargo despierta,
E invisible en torno nuestro
Se agita y revolotea,
Entonces, entre el follaje
Tímidamente encubierta,
Pálida flor, entreabres
Tu corola marfileña,
Tu corola que del día
Al primer albor se cierra,
104
Los astros del abismo
Para reabrirse al helado
Contacto de la tiniebla,
¡Hastiada siempre de lumbre!
¡Siempre de sombras sedienta!
¡Extraño destino el tuyo!
El día te encuentra muerta,
Tu triste vida concluye
( Cuando la nuestra comienza.
Mas cuando tu cáliz abres
Nuestras pupilas se cierran . . .
Y entonces tal vez tu vida
Más dulce y plácida sea,
Allá perdida en las sombras
Entre el follaje encubierta,
¡Lejos de envidias y odios!
¡Lejos de traiciones negras!
Sigue tu vida, abre siempre
Cuando la noche comienza,
Y al primer albor del día
Tu cáliz de nácar, cierra,
Para reabrirlo al helado
Contacto de la tiniebla,
¡Hastiada siempre de lumbrel!
¡Siempre de sombras sedienta!
105
EN EL ALBUM DE LA SEÑORITA E. T.
Tus grandes ojos de oriental puipila,
Vivos fulgores sin cesar iradian,
¡ Son dos trozos de lumbre desprendidos
Del sol esplendoroso de la Arabia!
Son dos fúlgidos astros cuyo brillo
Apenas nubla tu pestaña negra,
Son dos astros ... y tienen del abismo
La atracción, el misterio y las tinieblas.
Son dos diamantes negros engarzados.
Bajo una frente de azahar y nardo,
¡Una frente divina que coronan
Sedosos bucles de reflejos áureos !
De tu perfil las armoniosas líneas
Por su pureza sin igual asombran.
Sin duda un ángel las formó teniendo
Por modelo el semblante de una diosa.
10 ()
Los astros del abismo
Es tu pequeña y primorosa boca
Gracioso estuche de coral y perlas,
¡ Una purpúrea flor en cuyo cáliz
Lloró la aurora sus celestes penas !
Pero a pesar del brillo esplendoroso
Que irradian tus pupilas musulmanas,
A pesar de tus nítidas facciones
Y de tu frente pálida,
Y a pesar de tus labios purpurinos
Y tus dientes de nácar
¡La ideal belleza de tu faz no excede
A la inefable y pura de tu alma!
107
¡ARTISTAS!
Cuando el nimbo de la gloria resplandece en vuestras
[frentes,
Veis que en pos de vuestros pasos van dos sombras
[que inclementes
Sin desmayos ni fatigas os persiguen con afán;
Son la envidia y la calumnia, dos hermanas maldecidas,
Siempre juntas van y vienen por la fiebre consumidas,
Impotentes y orgullosas — son dos sierpes venenosas
Cuya mísera ponzoña sólo a ellas causa mal.
Alevosas y siniestras cuando tratan de atacaros,
Temerosas de la lumbre, siempre buscan el misterio.
Mas, burlaos de sus iras: ¡nada pueden! y el artista
Tiene un arma irresistible para ellas: ¡el desprecio!
108
CLAROBSCURO
Cuando sonriente, la aurora
Sus áureos cabellos suelta
Y en el pálido horizonte
Su faz sonrosada muestra,
Y las albas avecillas
De sus manos marfileñas,
Van rasgando de la noche
El amplio manto de niebla,
Un niveo, frágil insecto
De sus ensueños despierta,
Y agitando dulcemente
Sus alas leves, etéreas,
Sediento en busca de flores
Su vuelo ondulante eleva.
Flores que recién se abran
Y en sus copas soñolientas,
Le brinden savia, perfumes
¡ Y una llovizna de perlas !
Tenue, vaporoso insecto
Cuyas alas nacareñas,
Del lirio tienen la albura
10 )
D e l m i r a A g u s t i n i
Y la suave transparencia,
Tal vez de su vara al toque
El hada Delicadeza,
Formólo de una sonrisa
Un silfo, un sueño, una perla.
¡Y la luz dióle por sangre
Una gota de su esencia)!
Existe un lúgubre insecto
De alas pesadas y negras,
Que espera ansioso el momento
De silencio y de tinieblas
En que en brazos de la noche
Duerme enlutada la tierra,
Y entonces alza su vuelo
De lentitudes funéreas,
¡Vuelo pesante, fatídico,
De vibraciones siniestras!
¡Tétrico, ominoso insecto!
¡Animalaña funesta!
Al vivo fulgor del día
Permanece inmóvil, yerta,
La helada sombra nocturna
Da vida a sus alas muertas.
Es que tal vez de la noche
Le brinda la copa inmensa,
De la esencia del misterio
El vivificante néctar,
Esencia que ¡por lo oscura
Parece su propia esencia!
110
L o s
astros del
abismo
¡Raro, sublime contraste!
¡ Atrayente diferencia !
Aquél, una estrella alada,
Este, un jirón de tiniebla;
Aquél graciosa alegría,
Este fúnebre tristeza;
Aquél tiene la celeste,
La luminosa belleza,
Del astro claro, radiante,
De una sonrisa arcangélica
Este tiene la sombría
Severa magnificencia,
La atracción trágica, extraña,
Irresistible, funesta,
Del abismo devorante!
De la sima negra, tétrica!
Ul
FANTASMAS
Célicas legiones de hadas vaporosas
En vaivén gracioso van y van pasando;
Son las ilusiones tenues, sonrosadas,
Son los sueños niveos, impalpables, diáfanos.
Llegan a mi oído y al pasar se inclinan
Himnos de esperanza quedo susurrando;
Son las ilusiones,
Los ensueños blancos,
Que entre frescas rosas y espumosos lirios
En bajel dorado,
Suaves nos deslizan
A través del mundo, ¡piélago encrespado!
Arrojando flores
Sobre los escollos que encuentran al pasol!
Son las ilusiones,
Los ensueños blancos,
Son los compañeros,
Los amigos dulces de los pocos años.
112
Los astros del abismo
Son las ilusiones,
Los ensueños blancos.
Los celestes bandos de hadas vaporosas
En vaivén gracioso van y van pasando,
Himnos de esperanza
Quedo susurrando.
Son las ilusiones,
Los ensueños blancos.
Pero, ¡cosa extraña! Mis risueñas hadas
Las pupilas ígneas abren con espanto.
Aterrados huyen
Los alegres bandos . . .
Siento frío. . . tiemblo. . . Junto a mí se yergue
Un fantasma raro,
De pupilas negras, insondables, duras,
De ambarino cutis y terrosos labios.
Cúbrelo un espeso,
Renegrido manto.
Todo en él es frío, ¡hasta de sus ojos
El fulgor extraño!
Fuego incomprensible, que cegando hiela;
Fuego inexplicable, que deslumbra enfriando ;
Viene a mí, se inclina; sus pupilas negras
Sobre mí ha fijado.
Mi aterido cuerpo
Tiembla y se contrae en terrible espasmo.
El fantasma oprime mi marmórea frente
Con su dedo helado;
113
1) e l m i r a A y u s t i n i
Y. fijando ahora su mirada dura
En mis niveos sueños que ya están lejanos,
Con desprecio y odio
Agitado mueve los terrosos labios.
Luego a mí se vuelve
Y hacia sí me atrae en estrecho abrazo;
A mi oído acerca su nerviosa boca,
Con acento intenso, convincente, trágico,
— ¡¡¡Mienten!!! — dice — ¡¡¡Mienten!!! — Lue-
Y se va, dejando [go me abandona
en mi frente, impresa,
La invisible huella de su dedo helado!
¡ Pobres ilusionesl!
¡Pobres sueños blancos!
Ha pasado el tiempo
Sobre mí; los años
Con profundas huellas
Marcaron su paso,
Y jamás han vuelto
Ni las ilusiones, ni los sueños blancos.
¡Pobres ilusionesl!
¡Pobres sueños blancos!
Es que aquel fantasma demacrado y frío
Era el Desengaño;
Y al tocar mi frente dejó en ella impresa
La indeleble huella de su dedo helado!
¡Pobres ilusionesl!
¡Pobres sueños blancos!
114
AVE DE LUZ
Existe un ave extraña de vuelo inconcebible,
De regias esbelteces, de olímpica actitud;
Sus alas al batirse desflecan resplandores
Sus ojos insondables son piélagos de luz!
Es toda luz, su sangre es un licor de fuego;
De briznas de fulgores su rica plumazón;
Su pico al entreabrirse desgrana sartas de astros :
Domo ella es toda lumbre, de lumbre es su canción I
Su vuelo inconcebible ignora los obstáculos!
Abarca lo infinito en toda su extensión,
Arranca negras sombras del fondo del abismo,
Collares de destellos a veces trae del sol!
Con filamentos de astros y polvos de diamantes,
Cubra bello su nido: lucífero joyel!
Lo teje en los cerebros más claros: allí encuentra
Cn esencia de la lumbre que es savia de su ser!
115
D e l w, i r a A g u s t i n i
Postraos ante el hombre que lleva en su cerebro
Esa ave misteriosa ¡manojo de fulgor*!
Que mata, que enloquece, que crea y que ilumina
¡Aquel en quien anida, es émulo de Dios!
¡Oh, Genio!! ¡extraña ave de vuelo inconcebible!
De regias esbelteces, de olímpica actitud;
Escucha: yo te brindo mis frescas ilusiones,
Mis mágicos ensueños, mi rica juventud,
¡ A cambio de un instante de vida en mi cerebro !
¡A cambio de nn arpegio de tu canción de luz!
1)6
EVOCACION
¡Venga febril el impalpable ensueño!
¡Venga incorpórea la visión fantástica!
Vengan trayendo el néctar del delirio
En opalinas, irisadas ánforas!
Vengan, sí, vengan mis ensueños leves,
Los de las vestes de brumosas gasas;
Los que en el oro de sus rizos nievan
Copos de orquídeas enfermizas, pálidas!
Vengan, sí, vengan mis visiones regias,
Las de las bocas de rubí y de llama,
Las que en las ondas negras de sus rizos
Tejen espumas de camelias blancas! !
Vengan ahora mis fantasmas tétricos.
Le ojos cansados como enfermas almas;
Los de las hondas, lívidas ojeras,
Plomizos labios y pesadas alas;
Los que sus frentes de marfil coronan
Con negras flores de una selva extraña!
117
1) e l m i r a Agustín i
Venga, sí, venga el impalpable ensueño.
Venga, sí, venga la visión fantástica,
Vengan trayendo el néctar del delirio
En opalinas, irisadas ánforas.
Vengan y empapen los resecos labios
En la ambrosía que Quimera escancia.
■Arda la fiebre del delirio al choque
De una mirada de sus ojos ascuas!
Y entre las rojas llamas del incendio
Tienda su vuelo misterioso el alma,
Llegue febril al encantado reino
De fantasía, la divina maga!
Reino feliz donde se ignora el Tiempo,
Donde no alcanza la verdad amarga;
Ni el que labra los surcos en los rostros,
Ni la que hunde sus garras en las almas!
Reino feliz donde los sueños tienen
Lagos de luz para bañar sus alas,
Donde hay estrellas de fulgores negros,
Donde hay abismos de gargantas blancas!
Reino feliz, en cuyos lagos de oro
Hundir quisiera eternamente el alma,
Vivir allá la vagarosa vida
De los ensueños de impalpables alas,
Sin el espectro destructor del Tiempo,
Sin el fantasma eterno del mañana;
118
Ij o s
astros del abismo
Vida incorpórea, irrealizable, única,
Vida de ensueñas, ilusión, fantasmas!
Venga febril, el impalpable ensueño!
Venga incorpórea la visión fantástica,
Vengan trayendo el néctar del delirio
En opalinas, irisadas ánforas!
Vengan y empapen los resecos labios
En la ambrosía que Quimera escancia!
LA DUDA
Vino: dos alas sombrías
Vibraron sobre mi frente,
Sentí una mano inclemente
Oprimir las sienes mías.
Sentí dos abejas frías
Clavarse en mi boca ardiente;
Sentí el mirar persistente
De dos órbitas vacías.
Llegó esa mirada ansiosa
A mi corazón deshecho,
Huyó de mí presurosa
Para no volver, la calma,
Y allá en el fondo del pecho
Sentí morirse mi almaj!
120
MONÓSTROFE
Hay un tétrico fantasma que en el cáliz de mi vida
Va vertiendo amargas gotas de una esencia maldecida
(¿ue me enerva y envenena, que consume mi razón;
V' si un grito suplicante, si una tímida protesta
Brotan hondos, desgarrantes de mi alma dolorida,
El maléfico fantasma impasible me contesta
(’on sarcástica sonrisa que me hiela el corazón.
121
VIENE...
Blandos preludios .
Nievan orquídeas opalinas, pálidas;
Lánguidos lirios soñolientos riman
Estrofas perfumadas.
Hay roces blancos, leves,
Hay notas leves blancas . . .
Viene. . . es ella, es mi musa,
La suave niña de los ojos de ámbar;
Es mi musa enfermiza: la ojerosa,
La más honda y precoz, la musa extraña!
Es pálida, muy pálida, en sus ojos
Bate el Enigma sus pesadas alas;
En las cadencias de su Wanda marcha
Los misterios desmayan . . .
Es la musa enfermiza, la ojerosa,
La más honda y precoz, la musa extraña!
Viene ... no trae lira
La suave niña de los ojos de ámbar, . . .
122
// o s
astros del abismo
Ella canta sin lira,
¡Mi dulce musa extraña!
Sus lánguidos arpegios,
Sus vibraciones de pasión, arranca,
Con angustias que crispan,
¡A las fibras sensibles de su alma!
¡Ven, canta, canta!
j Oh, mi musa enfermiza !
¡Oh, mi musa precoz, mi musa extraña!
123
CAPRICHO
Entre el raso y los encajes de la alcoba parisina
La enfermiza japonesa, la nostálgica ambarina,
Se revuelve en las espumas de su lecho de marfil;
El incendio de la fiebre ha pintado en sus mejillas
— Sus mejillas japonesas como rosas amarillas —
Sangraciones de claveles, centelleos de rubí.
Vibra en llamas del delirio la muñeca principesca,
Se estremecen los marfiles de su faz miniaturesca,
Su pupila enloquecida lanza chorros de fulgor;
Burbujeantes las palabras efervescen locamente
Con hervores de champaña de su boca balbuciente,
De su boca de topacio, moribunda, sin frescor.
Sueña ahora de su infancia : blancas, leves las visiones
Van pasando juguetonas en alígeras legiones,
Con sus vestes de albas gasas, con sus nimbos de claror;
Nievan lirios, perlas, rosas, rosas blancas como espu-
[mas,
Avecillas eucarísticas, suaves copas de albas plumas,
Son las aves del recuerdo, van diciendo su canción.
124
Los astros del a b i s m o
Onza ahora misteriosa, inefable, aristocrática
1 1 n;i pálida figura de expresión honda, enigmática,
Perezosos movimientos, fatigoso, lento andar;
En sus ojos tristes, suaves, hay miradas que sollozan,
1 1 ay reproches hondos, dulces, que acarician, que des-
[trozau,
Uon la blanda inconsistencia del enojo maternal.
Extinguióse ya la fiebre, la enf ermita no delira,
Dentellea en sus pupilas el sol rojo de la ira
Y sus brazos se retuercen como sierpes de marfil;
Brota un nombre de sus labios entre espuma y mal-
diciones,
Su nacáreo cuerpecito se revuelca en convulsiones,
Tremular de lirio enfermo, sacudidas de jazmín.
Es que vibra en su cerebro con malditas resonancias
El recuerdo del lord rubio de imperiales arrogancias,
El altivo millonario de los ojos de zafir,
El que en redes misteriosas de promesas quebradizas,
Apresó el jpájaro blanco de su almita asustadiza
Arrancándola a sus padres, sus ensueños, su país.
Y en la cárcel principesca de la alcoba parisina
lia olvidada japonesa, la nostálgica ambarina
Desfallece sofocada por agónico estertor,
¡Oh, mimosa susceptible, por un soplo deslucida!
Devolviérale la gracia, devolviérale la vida
Una gota de cariño, un efluvio de su sol!
125
I) e l ni i r a A g u s t i n i
En sus ojos, hondos cauces, hay un algo extraño, he-
lado,
Reflectores de la muerte, ésta en ellos se ha mirado
Y es su imagen la que flota en su fondo de carey,
Pero . . . súbito se animan, arde en ellos la alegría,
Alegría de muriente con vislumbres de sombría,
La enfermita vibra toda su figura de poupée;
Sus deditos finos, pálidos, como niños macilentos,
Han tomado, y ahora oprimen con nerviosos movi-
[mientos
Un marchito crisantemo; blanco hermano del Japón!
El también sufre nostalgias hondas, diáfanas, impías
Abejillas de oro y ópalo que se clavan lentas, frías,
En el glóbulo de aromas de su raro corazón.
La enfermita las comprende, las nostalgias amarillas
Del pequeño moribundo, y le acerca a sus mejillas
Y a sus labios en arranques de cariño fraternal,
Es su hermano, sí, es su hermano ese copo de albo lino,
Como ella agonizante, como ella nacarino,
Como ella desmayando en lujosa soledad.
Duerme, duerme la enfermita entre cirios de oro es-
cuálidos
Hay un muerto crisantemo en sus dedos finos, pálidos,
Su cajita funeraria es estuche de blancor.
En lo alto : al regio alcázar del Eterno, del Clemente,
Entre angélicos festejos, leve, diáfana, sonriente,
Llega el alma de una niña, trae el alma de una flor !
126
LA ALBORADA
SEGUNDA PARTE
(Obra de los 15 a los 18 años)
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Carta de Rubén Darío a Delmira Agustini
EL ARTE
Rara simiente de color de fuego
Germinó en una hora bendecida
A ia sombra del árbol de la vida . . .
Nació trémulo y triste como un ruego.
Como oriflama victorioso luego
Yergue triunfal la pompa florecida,
Y se puebla de alondras. — Un día anida
Entre sus frondas, misterioso y ciego,
Un pájaro que can^a como un dios
Y arrastra la miseria en su plumaje. —
Con las alondras viene a su follaje
De alimañas sin fin la acometida,
Y él vence y sigue de la Estrella en pos . . .
Hoy es sombra del árbol de la Vida!
9
129
EL AUSTERO
Murió el Ensueño. Hoy pálido de duda
Bebo en mi copa sangre de la sima . . .
Hoy mi escalpelo sin piedad lastima
La vena azul de la Verdad desnuda!
Frente a la Esfinge pavorosa y muda
Venció mi ardor la muerte que la anima,
Quiero en los vinos el sabor que lima,
Los torsos griegos en su línea cruda.
Sé que está el mármol frío de delirios
Y que es de hielo el fuego de los cirios.
Sé que es maldito el resplandor del oro
— Vi el oro en sierpes de ojos de centella
Y del cristal la claridad que adoro.
Vi en un diamante muerta a Margarita.
Dióme una gota de sudor ¡bendita!
La visión de la Cruz y de la Estrella!
130
ASTRÓLOGOS
Venid, venid hermanos! Allá en la azul esfera
(¿no eternamente explora nuestra ansia de conquista,
( 'nal de una flor de fuego el gran botón que abriera,
Surge una nueva estrella de lumbre nunca vista!
Vedla! — Oh Dios, Dios cuán bella'! — Y, ved allá, ya
[lista,
La tempestad que avanza; jamás en mi carrera
Yo vi que al nacimiento de un astro no asistiera
La nube tumultuosa que alarma y que contrista.
Y mirad tal se arrastra. . . ¿No se dijera hermanos
Que en la flora del cielo las nubes son gusanos? —
— Callad, callad, las nubes tienen un noble vuelo —
— Las nubes son la Envidia, si Envidia hay en el cie-
— Ah ! ved cómo resaltan en la extraña querella [lo ! —
Lo negro de la nube, lo blanco de la estrella!
131
JIRÓN DE PÚRPURA
Deja -llegar mis labios a tus panales de oro.
¡Ah, yo sé bien el precio de esa inefable miel!
Noble abeja de ensueños, del divino tesoro
Yo tomaré una gota como un fino joyel.
Yo doy miel por miel; guarda el aguijón sonoro
A la carne burguesa que profana el vergel,
A los que regatean tu vida en la miel de oro
Calculando a la sombra sagrada del laurel.
¡Ah! esos labios gastados de cifras no aman mieles!
Ritmo, línea, color, pagan con oropeles
Y ese dinero encrespa al cóndor del blasón
Que cela los bravios linajes aguilenos.
— ¡Ah! si quieres ser fuerte, noble abeja de ensueños,
En mis odios aguza tu sonoro aguijón!
AL VUELO
La forma es un pretexto, el alma todo!
La esencia es alma. — ¿Comprendéis mi norma?
Forma es materia, la materia ¡lodo,
La esencia vida . ¡ Desdeñad la forma !
Entre las flores preferid la agreste.
Más que al celaje que en la tarde rubia
Es arabesco del dosel celeste,
Amad la nube que revienta en lluvia!
Amad la alondra abriendo melodioso
Como abanico de cristal su arpegio,
Más que al faisán — el ave sol — pomposo
Y empurpurado, del penadlo regio!
— Frente a la Venus clásica de Milo
Sueño una estatua de mujer muy fea
Oponiendo al desnudo de la dea
Luz de virtudes y montañas de hilo ! —
133
D e l m i r a Agustini
Nunca os atraiga el brillo del diamante
Más que la luz sangrienta de la llama:
Esta es vida, calor, pasión vibrante
Aquélla helado resplandor de escama !
Nada os importe el vaso, su alma sea
Licor insigne, transparente, sano :
Como una palma señorial la Idea
Nace en el centro mismo del pantano! _
Yo he visto en sueños, lívidos de afanes,
Entre una bulla espiritual, burlesca,
Pasar mudos, confusos los Cristianes
Ante Ciranos de nariz grotesca!
Y no os hechice la pomposa palma
Oferta a huecos triunfos de apariencia,
Eternamente componed el alma
Ante el espejo leal de la conciencia !
Y si en la vida estáis, sed de la vida!
Que, tras el brillo de un ensueño insano,
Pudiera un día vuestra fe perdida,
Mirando al cielo entrar en el pantano'!
Desdeñad la apariencia, la falsía,
La gala triste del defecto erguido:
Menos tendréis que descubrir un día
Desnuda el alma horrorizada, fría
Ante el Supremo Tribunal temido !
134
LA MUSA GRIS
Ks blanca y es honda, muy honda y muy blanca
— ¡Solemne, tremenda blancura de cirio! —
Con grises ojeras tal rubras de muerte,
Con gestos muy lentos, muy lentos, muy místicos.
Y tiene un perfume de tristes violetas,
Y perlas tal lágrimas de náyades pálidas,
Y largos cabellos de sombra nublando
La torre de nieve que forma la espalda.
Glacial y monástica su blanca silueta
Parece que surge de fondos de enigma...
Envuélvela trémulo en halo de plata
El gris desmayante de un tul de neblina.
Sus labios profesan el beso más triste,
El que hunden los hombres en bocas de muertas.
Con ojos de acero nació allá en el Norte é
País de leyendas, de '.espectros y nieblas.
135
D e l m i r a
A g u s t i n i
Su helante mirada sin fin, de vidente,
Mirada invencible de esfinge y de estatua,
Evoca crispantes abismos sin fondo,
Monstruosos misterios de muda amenaza.
Yo sueño en sus brazos la tierra bretona
Con creencias que nacen temblando en las nieblas;
Fantasmas sombríos y rocas malditas,
Y piedras muy grises en landas siniestras.
Y canta solemne los largos inviernos
De spleenes, de brumas, de auroras enfermas,
Las blancas mañanas, los blancos ponientes,
Y amores tal graves pagodas de cera.
Yo adoro esa musa, la musa suprema,
Del alma y los ojos color de ceniza,
La musa que canta blancuras opacas,
Y el gris que es el fondo del hombre y la vida !
13t>
ARABESCO
Me dormí... la cabeza llena de los derroches
De hechizos, monstruos, gemas de las Mil y una Noches.
Y soñé del Oriente, del fabuloso Oriente,
De enigmas, de leyendas, de conjuros, de fieras,
De filtros hechizados, de largas cabelleras.
Ifatchis, perlas, perfumes. . . La gran pereza ardiente.
El rostro pavoroso de la Esfinge durmiente,
El gran sultán moreno, las hondas bayaderas
De cuerpos misteriosos y ritmos de panteras,
Y el fakir con siniestras pupilas de serpiente.
Es brillante mi corte, soy morena y sultana,
Hacia un país lejano, una bella mañana,
Paso por los desiertos en mi blanco elefante;
Una ola de perfumes llevo en los negros rizos,
Esgrimen mis pupilas sus más fuertes hechizos
Y oculto un raro pomo con tapa de diamante!
137
NOCTURNO HIBERNAL
“Era en un viejo castillo... Afuera silbaba el vien-
[to...”
Y surgieron en la noche los mirajes formidables
De la remota leyenda. Y la extraña viejecita,
Cargada de evocaciones, contando de otras edades
Me hacía soñar en ruinas testigos de muchos siglos . . .
Miraba lejos, muy lejos, con los ojos como estanques.
“Era en un viejo castillo... Afuera silbaba el vien-
[to...”
¿Por qué la voz de la abuela llegaba a iqí como un eco?
VISIÓN DE OTOÑO
Kuó una tarde de plata. Largas ráfagas frías
Arrastraban chirriando las hojas amarillas.
Pasó... pasó y flotaron sensaciones de tisis...
Dos signos cabalísticos eran sus ojos grises. . .
Por el parque espectral divagó su silueta . . .
Temblaba en toda ella un temblor de hoja seca ! . . .
El cierzo, que va en ondas, con sus alas de acero,
La azotaba violento, le agolpaba el cabello.
Bajo los viejos árboles descarnados, grisientos,
Que al cielo se alzan rígidos como manos de espectros;
Pasó... gimió a su paso un chirriar de hojas secas,
Y fué como una ráfaga de un frío de ultratierra.
El sol, rompiendo lento una nube de plata,
Miróla extrañamente con su pupila extática.
Pasó... flotó una helada sensación de misterio,
TTn olor de violetas y... se perdió a lo lejos.
139
MUERTE MAGNA
Allá junto a los amplios, profundos océanos
Donde los soles mueren entre inefables sones,
Id a soñar. De vagas, exóticas visiones
Poblad los horizontes brumosos y lejanos.
Escuchad, allá, graves, las raras inflexiones
Del canto de la ola que cuenta sus arcanos,
Y al asomar los barcos sombríos y lontanos
Soñad que algo muy nuevo traerán de otras regiones,
Y cuando el sol muriendo su despedida tiende,
Y en las aguas se hunde como un dios que desciende
A visitar en su honda mansión a una sirena,
Meditad de esa muerte en la bella armonía
De dulzura y soberbia. Es la duple agonía
De Cristo en el Calvario, del Corso en Santa Elena !
140
TARDE PALIDA
Evocadora el alma palidece
Toda velada de un dolor muy vago,
En el cielo lechoso hay un amago
De tempestad, la tarde palidece.
Enmascarado y lento el sol de Otoño
Hacia un poniente turbio se encamina,
Sobre el paisaje soñador se inclina,
Suave y profunda, del exangüe Otoño
La tristeza tenaz. . . Yo que en la pálida
Floresta del dolor junto a mis rosas,
Sé que no aroman nunca más gloriosas
Que del Otoño en una tarde pálida.
Como voces lejanas en la noche
Vienen al alma los dolores viejos,
Cada racha que pasa trae de lejos
Otro dolor y otro dolor ... La noche,
141
Del m ira A g a s t i n i
Vendrá a borrar la tarde blanquecina,
El cielo será un piélago de sombras . . .
¿Alma de qué te asombras!
¿Crees eterna la tarde blanquecina!
Sí, y tú la amabas ya, ¿verdad! la amabas,
Tal llega a amarse un gran dolor amigo,
Hermano aciago, trágico testigo
De largos años . . . Alma, tú la amabas
Como al gran vaso raro y exquisito
En que apuraras néctares añejos
— El rancio zumo de los males viejos
Tiene un sabor de pátina exquisito . —
Pero el sol cae, cae allá a lo lejos
Lento y soberbio, como un rey vencido,
En púrpuras ardientes. — Ya ha caído. . .
Y en ti perduran los amargos dejos
De un gran pasado triste revivido
En una tarde que murió allá lejos!
142
MEDIOEVAL
Dulces románceos
De caballerías . . .
Hay albor de besos,
Hay rojez de heridas
Honda noche muda
De grandor supremo,
Una luna pálida
De mirar enfermo . . .
En corcel vibrante
De nerviosos remos,
Cruza la llanura
Noble caballero. . .
Es la media noche,
Es hora de espectros !
Corre palpitante,
§u mirar foguea;
Al entrar del bosque
Su rival le espera,
Y allá, en el castihc
De torres grisientas
Con sus ojos garzos,
Sus manos de seda,
143
D e l m i r a A g u s t i n i
En la alta ventana
Su fina duquesa . . .
Y tiembla su lanza,
Y sus labios tiemblan . . .
Llega, llega el alba,
Vuelve el caballero,
Lenta, lentamente,
Pensativo y fiero.
Vuelve, vuelve y trae
Gloriosos trofeos . . .
Son dos besos largos,
Son dos hondos besos:
Uno blanco y suave
En los labios trémulos,
Y uno rojo, ardiente,
Que es rubí y que es fuego 1 !
Lo sorbió su lanza
Al labio sangriento
De una roja herida
De rubí y de fuego!
Vuelve el caballero,
En sus glorias sueña...
Son dos besos largos
De rubí, y de perla;
Uno del contrario,
Otro de su reina. . .
Y tiembla su lanza,
Y sus labios tiemblan ! ! . . .
144
Busca en la miel de los sueños
Sagrada Embriaguez. Sin ceños
Se abre a ti la mar dorada.
Boga, Simbad de los sueños!
Peregrino de una hada
Cruza climas halagüeños
Lleva tu boca enmelada
Al beso de miel del hada.
¡La suma miel! Mas tú toca
Un punto la maga boca
Y alza un dique de diamante
Entre ella y tu golosina.
— Goza la flor un instante
Y... cuidando de la espina.
10
145
LA CANCIÓN DEL MENDIGO
Fue ana canción muy triste, una canción de antaño
Despertada de pronto . . . Fué como si el acento
Vagamente olvidado de una voz muy amiga
A través de los años viniera a sorprendernos.
Una vieja aria triste trayendo entre sus pátinas,
De los días muy lejos,
Un antiguo perfume misterioso y querido,
Cada nota una vieja visión, un viejo ensueño.
— ¡Olí, la grave aria triste roída por los años,
Evocóme un paseo lento en un parque viejo
Buscando entre la hierba los senderos de antaño
Y en el dormido estanque la visión de otros tiempos !
La voz que la decía era el molde más digno
A su sabor añejo . . .
Yo lloré, lloré mucho... la mañana era opaca...
La canción era triste. . . el mendigo muy viejo. . .
146
Los astros del abismo
Sú liito vi del hada madrina el tul celeste,
Las alas de diamantes, el peto de cristal;
Brillantes de rocío traía en la azul veste,
101 carro de turquesas, la cabellera astral;
V abrojos y perfumes que un largo viaje agreste
Prendiera bajo el oro de un cielo matinal,
Dijo: en tu cuna pongo esta flor, ella preste
Su miel y su fragancia a tu fiesta aurora!.
La lie buscado a través de los campos salvajes
Mil años! Hoy corona la angustia de mis viajes:
Tómala, tuya es. — Gracias!, gracias madrina 1 ! —
— Alma de extraña planta que rara vez florece.
La flor que aquí te ofrezco jamás, jamás fenece!. . .
Y es reina del perfume, del .pétalo y la espina!
117
PASÓ LA ILUSIÓN
Pasa la maga — Sabes? la Graciosa y Profunda
Que abreva en frescos lagos sedientos corazones,
La que esmalta audazmente de gráciles visiones
La gran copa siniestra de la Vida iracunda. —
Mis pupilas suspensas de su gracia profunda,
La ofrezco hacerle en cambio de sus rosados dones
Un blanco pedestal de todas mis canciones!
Me mira y alborea su sonrisa que inunda.
Y ungido en la miel rosa de esa sonrisa es suave
El silencio en que envuelve su silueta de ave.
— ¿Por qué vino en la tarde de marfil tan sombría?. . .
En la bruma muy lejos la perdió la mirada,
i Por qué j oh Dios ! en mi alma queda sin quedar nada
Como queda un perfume, una ardiente alegría!
148
VARIACIONES
Áspid punzante de la envidia, ave!
Tú fustigas la calma que congela,
El rayo brota en la violencia, el ave
Quieta se esponja y acosada vuela!
Si hay en Luzbel emanación divina
En ti hay vislumbres de infernal nobleza,
Rampante o alada la ambición fascina —
Y si tu instinto al lodazal se inclina
Reptil tú eres y tu ley es esa!
Mírame mucho que mi mente inflamas
Con la luz fiera de tus ojos crueles . . .
¡ Ah, si vieras cual lucen tus escamas
En el tronco vivaz de mis laureles!
Gozaste el día que abismé mis galas,
Cóndor herido renegando el vuelo;
Hoy concluye tu triunfo, hay en las alas
Algo fatal que las impulsa al cielo!!
149
D e l m i r a Agustín
Si de mis cantos al gran haz sonoro
Tu cinta anudas de azabache fiero,
Sabio te sé: de mi auroral tesoro
Lo que dejes caer yo no ¡lo quiero!^
Y esa cinta sombría es la Victoria . . .
Cuando describes tu ondulado rastro
Por todos los senderos de la gloria
Di: qué persigues, una larva o un astro?
Forja en las sombras de tu vida impía
Cruces soñadas a mi blanca musa,
¡Si ha de vivir basta cegar un día
Tus siniestras pupilas de Medusa!
Mas no buyas, no, te quiero, así, a mi lado
Hasta ¡la Muerte, y más allá: ¿te asombra?
Seguido la experiencia me ha enseñado
Que la sombra da luz y la luz sombra . . .
Y estrecha y muerde en el furor ingente;
Flor de una aciaga Flora esclarecida,
Quiero mostrarme al porvenir de frente,
Con el blasón supremo de tu diente
En los pétalos todos de mi vida!
Llora, mi musa, llora en el silencio
De esta noche tan triste, hay sueños crueles,
Vasos brillantes raramente rotos
Cuando va el alma a saborear sus mieles.
150
L o s astros del abismo
Hoy me vence el dolor. — ¿Por qué en las noches
Las visiones sombrías se agigantan? —
Hoy muere el ritmo poderoso y frío
En que la idea es una llama fatua.
En tierra ya el castillo de mi orgullo
Mi alma vencida en lo vulgar se aplasta :
Cuanto más alto el pedestal, si cae,
En más pedazos rodará la estatua!
Más tarde o más temprano, los soberbios
Que el mundo cruzan con la frente erguida,
Cantando olimpos, en el fiero pecho
Han de mostrar la llaga de la vida.
En mis jardines se acabó la pompa
Del crisantemo y de la rosa cálida,
Revivirán mis pasionarias tristes
Al riego tibio y suave de las lágrimas.
¡ Y como es dulce el amargor del llanto
Que cae sobre las tumbas de los sueños I
Siempre un misterio en las cenizas frías
Trae como el eco de calores viejos.
¿Nunca habéis visto agonizar un sueño?
¿Un noble sueño que llenó la vida?...
¿No es más amargo que los mares todos
Ese momento de dolor? ¿Qué herida
D e l m i r a Agustín i
Inventó el Sino que más honda fuera f . . .
Nada más frío que la muerte, nada
Más angustioso que el adiós eterno,
“Nunca...” Un abismo la palabra helada!
Ueroz, maldita si su saña llega
Hasta la frente de candor de un sueño!
Mal haya el genio destructor que goza
Derrumbando castillos marfileños!
Y bendito el orgullo que en mis ojos
Congela el llanto con su glosa fría:
Protestar sin vencer es humillante:
¿Por qué exponerse al pie de la ironía? —
¡ Ah no, no lloro más ! pase el Destino,
Pase el Dolor del brazo de la Muerte,
Les miraré pasar desde mis torres
Con una calma atroz que desconcierte! !
152
AL CLARO DE LUNA
La luna es pálida y triste, la luna es exangüe y yerta.
I ja media luna figúraseme un suave perfil de muerta . . .
Y o que prefiero a la insigne palidez encarecida
Do todas las perlas árabes, la rosa recién abierta,
En un rincón del terruño con el color de la vida,
Adoro esa luna pálida, adoro esa faz de muerta!
Y en el altar de las noches, como una flor encendida
Y ebria de extraños perfumes, mi alma la inciensa ren-
[dida.
Yo sé de labios marchitos en la blasfemia y el vino,
Que besan tras de la orgía sus huellas en el camino;
Locos que mueren besando su imagen en lagos yertos...
Porque ella es luz de inocencia, porque a esa luz mis-
[teriosa
Alumbran las cosas blancas, se ponen blancas las cosas,
Y hasta las almas más negras toman clarores inciertos !
153
INICIACIÓN
A la sagrada selva en que el ave se inspira
Dando vuelo a los sueños sonoros de mi lira,
Entro: los ojos verdes de la serpiente de oro
Brillan en la maleza; cesa el alado coro
En su meliflua glosa; Éolo no respira;
El alma del boscaje parece que me mira
Y en el cielo los ojos de Apolo nubla un lloro. . .
Yo desplego ampliamente mi oriflama sonoro
Y saludo a la selva. Sólo contesta Apolo:
Eres grande — me dice — tu destino es ser solo
Por odio de las sierpes y miedo del bulbul ;
¡ Olí gloria la más grande ! — y su sonrisa ardient
Llenó el abismo azul . . .
Luego tronó su voz
La soledad encumbra, vivirla augustamente
Es igualar las cimas, es acercarse a Dios!
154
ANA
Ana. . . yo saboreo tu nombre como un sorbo de miel
celeste . . . Ana, yo vi una vez, abiertas a la vida, sobre
la torre blanca de tu cuerpo, las mágicas lumbreras de
tus ojos. Tu alma me fascinó en tu mirada como una
remota hermana nunca vista, reconocida milagrosa-
mente en un encuentro mudo por un camino misterio-
so... Una suprema hermana de mi alma, cuando mi
alma es buena y se viste de alas y se toca de astros.
Al pasar, tu mirada me atrajo como una selva pro-
funda con un palacio encantado. Tu espíritu santo me
penetró como una esencia fuerte.
Ana, cuando eras un bello ídolo vivo, yo hubiera lle-
vado lirios a tu frente, rosas a tu pecho, besos a tus
manos. Pero el orgullo encadena de oro algunas vidas,
a los cuatro muros grises de la soledad ... — El or-
gullo es mi pecado olímpico. — Mi ofrenda fué de
lágrimas la primera noche en que tú, suma, blanca,
suave flor de hogar, divinamente celada en un vaso
de amor y dulzura, dormiste sola, sola, sola en el ce-
menterio oscuro . . .
155
D e l m i r a Agustín i
Hoy, frente a la imagen inefable en que tu gracia
muerta fulge como un diamante negro, ule atormenta
el ansia incontenible de llorar o de cantar tu vida. Y
hoy te hablo, Ana, por si acaso me oyes desde algún
país lejano en donde no se dude . . . Tú sabías que cada
(palabra sincera es una perla del corazón . . . Tal vez
me sonrías, Ana.
156
OPINIONES
...la valentía de una Valentino do Saint-Point, do
una Burnat Provins, o do la genial uruguaya Pelmira
Agustini . .
Rvrkx Darío.
París.
... Si hubiera de apreciar con criterio relativo, te-
niendo en cuenta su edad, ote., diría que su libro es
simplemente “un milagro”. . .
...Entre los caracteres sorprendentes de su libro,
tal vez lo sea más que todo, esto: ‘‘que usted no imita,
en absoluto”.
Carlos Yaz Febreira.
Montevideo.
157
Delmira A g u s t i n i
. . . Hoy toca a la deliciosa Delmira, cuyo libro de
poesías es lo más hermoso que de mujer he leído en
tierras americanas. Su. sensibilidad es maravillosa,
así como su instinto del idioma castellano. . .
Salvados Rueda.
Málaga .
. . .el sálico formidable de Delmira va más allá de
las formas que da el talento y entra en el dominio de
la inspiración genial . . .
Eduabdo Acevedo Díaz.
Roma .
. . .uno de los temperamentos más fuertemente feme-
ninos de la moderna literatura castellana. Actualmente
no conozco ninguna personalidad femenina que pueda
igualarle . . .
Francisco Villaespesa.
Madrid .
...a las dos bellezas de Delmira Agustini...
Amado Nebvo.
158
Ij o s astros del abismo
. . .¡Muy bien! Sí, una mujer no puede ofrecer a un
hombre nada más grande que su destino...
Miguel de Unamuno.
Salamanca .
. . . sobrepujando la obra de casi todas las poetisas
del mundo.
Fernando Maristany.
Barcelona.
. . .inspiradísima poetisa. . .
José Enrique Rodó.
Montevideo .
. . .Me complazco en ofrendar un manojo de rosas
triunfales, en el hosanna unánime que glorifica la fren-
te pagana de la Nueva Musa de América. . .
Julio Herrera y Reissig.
Montevideo.
159
D e l m i r a A g u s t i n i
. . . Delmira Agustini. . crea. . . Sus poemas son su-
yos, están vivos, nacieron en las maternales entrañas
de su alma . . .
Rafael Barbet.
San Rafael.
. . .al poeta que ha evocado en mi corazón mas hon-
das e imborrables sensaciones...
Manuel Ugarte.
París.
. . .Creo que es usted una eximia, una admirable poe-
tisa, y que sus versos son, por lo general, magníficos.
Samuel Blixén.
Montevideo .
. . . esta feroz feminidad, avasallante, que la hi-
zo producir una poesía nueva, desconocida, cálida,
porque es la expresión viva de un temperamento hu-
mano excepcional, suerte de llamarada ardiente que se
levantó como un volcán de este suelo, iluminó el cielo
americano, se corrió hacia España y levantó en el
160
I, o s antros del abismo
mando de habla castellana un sensacional rumor de ad-
ni ¡ rncióii, de aplauso, de consagración. Nunca la ama-
remos bastante.
Alfonsina Storni.
Hílenos Aires.
. . .Hila misma, (1) con insuperada concisión definió
el talento poético de la mujer, al aludir a Delmira Agus
lini, cuya milagrosa vocación de arte y cuyas extraor-
dinarias aptitudes celebrara con palabras definitivas.
Francisco Alberto Scitinca.
Montevideo.
...Delmira Agustini es maravillosa. Creo firme-
mente que ha de influir en forma definitiva sobre la
literatura española.
Xavier Bóveda.
Madrid .
(I) Alfonsina Storni.
11
161
D e l m i y a A g u s t i n ¡
...Demasiado amada por los dioses, ella murió jo-
ven, en pleno éxito. Ya la rodea una leyenda como a
Renée Vivien.
V. García Calderón.
París .
...Delmira Agustini, emperatriz del verso america-
no. . .
Carlos Cavaco.
Río de Janeiro.
. . . Es usted poetisa de alto genio . . .
Lisímaco Chavarria.
Costa Rica.
/ . .Desde este rincón del mundo, yo la saludo como
a una individualidad de estas tierras castellanas.
Luis Roberto Boza.
Santiago de Cliile.
162
I, u * astros del abismo
Sus versos, porque son sentidos, porque son sinee-
inr, porque son personales, traducen el ritmo de su
ii limi rica de emoción y armonía.
Carlos Reyles.
Montevideo.
... lia marcado un nuevo rumbo en la literatura mo-
derno, y que los veinte pueblos de América prorrumpan
en un aplauso unánime y atronador, saludando a su
iiiuí s grande, a su más cerebral y valiente poetisa.
Ovidio Fernandez Ríos.
Montevideo.
. . . Kstilista gloriosa, alma de Ensueño y Belleza;
blanco olaje de la musa nacional...
Guzm&n Papini.
Montevideo.
. . .Genial poetisa, sibila nueva del Verbo poético de
América.
Angel Falco.
Montevideo.
163
D e l m i r a Agustín i
. . .Yo no encuentro entre las poetisas autóctonas de
América una sola comparable a ella por su originali-
dad de buena cepa y ipor la arrogancia viril de sus
cantos.
Pérez y Cums.
Montevideo .
. . . dejando tres o cuatro libros que la consagran
como la más grande poetisa nacida basta boy en Amé-
rica, como aquella que concibió, en la manera sáfica,
los versos más hermosos y profundos escritos por una
mujer en lengua española, después de Teresa de Jesús.
Manuel Bernárdez.
Boma .
. . . Podríamos repetir las palabras del poema de
Goethe: “ Sie ist gerichet ! . . y las Voces confirma-
rán: “ Ist gerettet ! . . . ’* (1)
Benjamín Fernández y Medina.
Madrid .
(1) “Está juzgada!” “Está salvada!”.
164
Los astros del abismo
, , l¿as imágenes y las visiones que nos muestra Del-
m i ni, son representaciones y símbolos de una realidad
más alta: esencia de realidad apurada en la copa del
Minio .
Albebto Zum Felde.
Montevideo.
. . . La poesía de Delmira Agustini es de las más
sugeridoras que existen. Parca en el número de los
versos, es archimillonaria en riqueza mental. . . Asom-
bra encontrar obra de tales proporciones de manos
femeninas . . .
Alberto Lasplaces.
Montevideo.
Delmira Agustini demuestra que también puede ha-
ber genios femeninos, al contrario de lo que afirmó nn
din Vaz Ferreira.
Rosa Mauthone Falco.
165
Montevideo.
D tí l m i r a Ayustini
. . . Sus versos, de forma marmórea, además de ser
muy musicales y estar llenos de riqueza verbal, reali-
zan algunas de las imágenes más suntuosas y origina-
les que conozco . . .
Raúl Montero Bustamante.
Montevideo .
. . .Las poesíat de Delmira Agustini constituyen un
hallazgo originaiísimo en nuestro ambiente literario.
Montevideo .
Ismael Cortinas.
... El nombre de Delmira Agustini perdurará unido
a una de las individualidades más ricas y complejas
de nuestras letras . . .
Gustavo Gallinal.
Montevideo .
Música y alma, línea y color, vida y espíritu hallo
en sus sílabas inspiradas, que se cierran con cien llaves
de hierro al bajo sentir y al bajo soñar. . .
César Miranda.
Montevideo .
166
¡4 o s astros del abismo
Ninguna mujer lia dicho cosas más admirables en
verso. Si la muerte impidió que se concretara el genio,
mi obra, hecha antes de los 25 años, desborda genia-
lidad.
Vicente A. Salaverri.
Montevideo.
...yo la percibo así insurgiendo bajo los pórticos
religiosamente bellos de la trémula Atenas, frente a la
ebriedad de las horas, bajo el nimbo de las serenidades
extrañas, oprimiendo con el sosiego de la planta inven-
ei lile la fidelidad de la tierra!...
Boberto de las Carreras.
Montevideo .
Definirá Agustini es admirable. Ella creó una nueva
poesíu. Las mejores poetisas de hoy no hacen sino se-
guir su senda.
Nylia Molinari Calleros.
Monlevideo.
1117
t> e l m i r a A g u s t i u i
...ninguna otra mujer posee con tanta facilidad la
fórmula única del sentimiento, la expresión de lo su-
blime ignorado.
Federico Morador.
Montevideo .
. ..t«.:>ta riqueza de expresión, de imaginación y de
sentimiento; es el vuestro un estilo ((onde se adunan
tan armoniosamente la Poesía y el Verso, que deseo
hacer, siquiera una vez, la apoteosis del Pensamiento
en sus relaciones con la Forma.
Santín Carlos Rossi.
Montevideo .
. . .su acento poético es seductor. Sus versos agotan
las bellezas del ritmo ... Es una regia poetisa .
Miguel Luis Rocuant.
Santiago de Chile.
. . .hacen ese su glorioso y desbordante corazón, que
la lírica maga, frente a las muchedumbres humanas,
levanta en alto como un cáliz litúrgico, para ofrecer en
él la paz del consuelo a los hermanos que en la Vida han
satánica hambre y sed de amar.
Manuel Medina Betancort.
Montevideo.
168
Los astros del abismo
. .No fuera para mí sagrado el ritmo ni el divino
Apolo me llamara su fiel, si al pasar por esta deliciosa,
I mil mesea y española villa no enviara, como lo hago,
mi homenaje a la alondra sentimental y expresiva que
me hizo soñar tanto con aquel maravilloso trino:
“Amor! la noche estaba trágica y sollozante.. .”
\ n q im lia romanza inaudita a fuerza de harmoniosa:
“ Yo la soñé impasible, formidable y ardiente. . . ”
Ismael Urdaneta.
( *11 rucas.
. . . Frescor de sinceridad y sencillez prestigiada son
lo que mejor nos cautiva en toda la producción de la
M e 1 1 1 ¡ I poetisa. A base de sinceridad, madre de muchos
hemes y de muy grandes poetas, ella va camino de la
oí ¡nimilidad, haciendo sus hallazgos, preparando siem-
pre lucimiento mejor en su jardín para la primavera
que viene y seleccionando para honor de su tierra lo
que en él hay. A veces en la confección se muestran
ni mu libertades y la hebra de atadura es roja: tal vez
i.en umi hilacha de la camisa de Garibaldi. . .
Alberto Sánchez.
Mogoln .
169
D e l m i r a Agustini
... La labor de vuestro ingenio es una meritísima la-
bor de artista, que se acrecienta más y toma propor-
ciqnes inusitadas con el encanto de vuestra femínea
originalidad. . .
Juan Serrano.
Caracas .
Creo, como Maristany, que sólo puede ponérsele de-
lante Santa Teresa de Jesús.
Vicente Clavel.
Barcelona .
Se hace notar que estas opiniones, coleccionadas por la fa-
milia, no representan sino una parte de lo mucho que se ha
escrito sobre la excelsa lírica. — N. del E.
170
Índice
)' —
Págs.
Juicn 7
Delmira Agustini. 9
OTROS “CANTOS DE LA MAÑANA”
17
18
A una 19
l-o inefable 21
Las coronas 22
¡ Vida! 23
Las alas 26
Un alma 28
MI nudo 29
Mué ail pasar 30
Tú dormías 31
Primavera 32
Los relicarios dulces 34
PEQUEÑOS MOTIVOS
Poemas 37
EL LIBRO BLANCO
K1 poeta leva el ancla 41
Por campos de ensueño 42
Noche de Reyes 43
La sed 44
IMxilióm . 45
D e l m i r a
A g u s t i n i
Págs.
La estatua 47
Racha de cumbres 48
El hada color de rosa 50
La musa 51
Lá siembra 52
Nardos .... 54
Mi oración 57
58
Carnaval 59
De mi numen a la Muerte 62
El ipoeta y la diosa 63
El poeta y la ilusión 66
Una chispa 67
Batiendo la selva 68
Mi musa! triste 69
Mis ídolos 72
Misterio, ven 75
Intima 77
Explosión 80
Amor 81
El intruso 82
Desde Jejos 83
La 'copa del amor 84
¡ Ave, envidia ! 86
6 de Enero 88
lA ALBORADA
(Primera iparte)
La violeta 93
La Esperanza 95
172
Los astros del abismo
r&g».
Ojos-nidos . . . . : 96
En un álbum 97
” ” M 98
¡ Poesía ! 99
Crepúsculo 101
La fantasía 103
Flor nocturna 104
En el álbum de la señorita E. T 106
¡ Artistas ! 108
Clarobscuro 109
Fantasmas 112
Ave de luz 115
Evocación 117
La duda 120
Monóstrofe 121
Viene 122
Capricho 124
LA ALBORADA
(Segunda tpairte)
El arte 129
El austero 130
Astrólogos 131
Jirón de púrpura 132
Al vuelo 133
La musa gris 135
Arabesco 137
Nocturno hivernal 138
Visión de Otoño 139
Muerte magna 140
173
1) e l m i r a
Agustín i
Págs.
Tarde pálida 141
Medioeval 143
La miel 145
La canción del mendigo 146
Pasó la ilusión 148
Variaciones 149
Al claro de luna 153
Iniciación 154
Ana 155
Opiniones 157
174
Este
libro
fue hecho
con todo fervor
bajo la vigilancia de los
padres de la excelsa poetisa
DELMIRA AGUSTINI
Se acabó de imprimir el día
30 de Octubre de 1924, en
los talleres tipográficos
de Risso y Ay al a,
bajo la dirección
de un admira-
dor sincero
9
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tario. — II. Estudio presentado a la Comisión
especial revisora de la Sección Tienda y Mer-
cería de la tarifa del Uruguay. — III. Las últi-
mas reformas arancelarias en el Uruguay. — '
IV. La reforma arancelaria argentina. — V.
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Alfredo Samonatl. — “Vida y Acción”. Industrias.
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nacional. 1 volumen de 142 páginas, con infi-
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de acuerdo con los programas de primero y segun-
do curso de Enseñanza Secundaria y Preparatoria.
1 vol . de 164 páginas . ’
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de 272 páginas .$1.50
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guaya. Traza en euadros de animados rasgos,
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escritores más representativos de América, estudian
en sus diversas fases la personalidad de este emi-
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1 volumen de 234 páginas . . . .. . . . . ”1.20
Emilio Frugoni.— Los nuevos fundamentos. Discurso
pronunciado en la Asamblea Constituyente que re-
formó la Constitución del año 1830. 1 volumen de
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Baltasar Bnun. — Lá solidaridad americana. Discurso .
pronunciado en la Universidad de Montevideo ” 0.30
— - La paz de América. 1 vol. de 80 páginas. 0.30
— • La Doctrina del Arbitraje amplio. 1 volumen
de 150 páginas ' . . . . ” 1.20
— Los derechos dé la mujer. 1 volumen de 204
páginas . . . . . ' .' ”1.00
Mariano de Vedia Mitre. — Él Gobierno del Uruguay.
Comentario a la nueva Constitución. 1 volumen de
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1 .‘20
Gobierno y Administré ! ón Locales. — Ley Orgánica.
Mensaje y Proyecto del Poder Ejecutivo. 1 volu-
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(lenntltución de la República. — 1 folleto de 50 páginas ” 0.10
Arturo Scarone. — El gaucho. Monografía sintética.
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Corrrespondencias.
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tor de las celebradas obras Las Monedas fiducia-
rias, La Teoría del precio-impuesto, y otras de
índole económica y social, acaba de publicar un libro
titulado Correspondencias, en el que ha seleccio-
nado las más importantes correspondencias periodís-
ticas enviadas desde Europa.
Una serie de estas correspondencias trata desde un
punto de vista original y de interés permanente el pro-
blema del mercado de carnes en Inglaterra, consignan-
do hechos y observaciones que conviene conocer tanto
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tavo Cassell, sobre la moneda y los cambios después
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cambios segfin la doctrina del profesor Gustavo Cassel.
La moneda y los cambios en la Argentina y el Uru-
guay. Las monedas y los cambios internacionales des-
pués de 1914.
1 volumen de 267 páginas, $ 2.00.
OBRAS LITERARIAS
DE
VICENTE A SALAVEKRI
J
El autor de tantos libros elogiados por la crítica de Espa-
ña, Francia y América, ha quedado consagrado como un fuer-
te valor. Destaca, sin duda, actualmente, como escritor de
costumbres.
“Novelista del campo — escribe el notable escritor don Emi-
lio Suárez Calimano — se ha llamado a Salavérri y ereemos
justo el calificativo, no tanto porque el escenario de sus obras
sea el campo, y campesinos la mayoría de sus personajes, sino
porque lo ha sentido como ningún otro en ambas orillas del
Plata’'.
Recomiéndase muy especialmente la lectura de los siguien-
tes libros:
ESTE ERA UN PAIS
\
- del que afirma el gran novelista chileno Eduardo Barrios, lo
siguiente: “Bien puede decir quien lo lea que ha ido al Uru-
• guay.”
El» HIJO DHL LEÓN
obra de la cual ha escrito el insigne costumbrista argentino
Benito Lrynch: “Es la novela que con más enjundia de ver-^
dad se haya escrito sobre el teína (campero) en esa o én esta
orilla del gran río”.
EL CORAZÓN DE MARIA
' die trama mellos esperta, pero con capítulos que llegan al ‘ ‘ su-
blime patético escalofriante”, como expresó el miembro de
la Real Academia Española, don B. Morales de San Martín.
DT5F0MiIAB.SE ES VIVIR. .,
bello volumen que figura en la “Selección de novelas bre-
ves” de la Editorial Cervantes de Barcelona, entre trabajos
■de Tolstoy, Dickens, Turgueniev, Esa de Queiroz, etc.
CUENTOS DEL RIO DE LA PLATA
espléndida colección de versos en la cual se agudizan las
condiciones de cuentista que impusieron a Salaverri desde la
aparición de ‘‘La vida humilde”,
FLORILEGIO DE PROSISTAS URUGUAYOS
-donde el seleccionado! ofrece muestras de lo que el ingenio
uruguayo produjo en los más difíciles géneros del muy difícil
arte de escribir.
DEL PICADERO AL PROSCENIO
libro periodístico, - pero muy interesante, donde oyendo a los
viejos actores nacionales llega a saberse cómo se fundó nuestro
teatro.
OBRAS DE JULIO HERRERA Y RE1SSIG
Los Peregrinos de Piedra. (Poesías) . . .
. . $
1.50
Las Pascuas del Tiempo. (Poesías) ....
>>
1.50
lías Lunas de Oro. (Poesías)
4 . 9 9
1.50
El Teatro de los Humildes. (Poesía») . . .
9 9
1.50
Prosas. — Crítica, Cuentos y Comentarios ,
9 ;
1.00
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cas . (Poemas en prosa). 1 volumen artísticamente
ilustrado ”1.00
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S*b Joií, 988 • ■onteTldoo